sábado, 28 de noviembre de 2009

Duda

Y ahora que promocionamos Composición... ¿Qué hacemos con los blogs?

Perditi Paradisi

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Arbores in luce solis cresciunt. Aqua suam radicem nutrit et ad folia uirentia ascendit. Arcanum harmoniae in quaeque stilla aquae casa ex caelo fulgit et terra uim uitae custodit.

... Sed homines, superbia caeci, suam potestatem solum recognoscunt negantque suam propriam naturam. Hoc modo, portae ad mirabile uniuersum se ipsae claudunt et omnem humanitatem foras paradisi relinquunt.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Ser mamá es lo mejor que hay (por Valeria Mazza)

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Queridísimas amigas: octubre es un mes muy especial para todas nosotras (ustedes o ella, sospecho, porque para quien esto escribe octubre es el mes en el que empieza a estar tan cansada que necesita negociar urgente su fecha de vacaciones). Y cuando digo (dice) "todas nosotras" (ella o ustedes, todavía no sé) me refiero a las mamás. El tercer domingo de este mes es nuestro (su) día: el Día de la Madre (ah, eso era, tengo que ver qué le compro a mi vieja). Sé que coincidirán conmigo (con ella, obviamente, conmigo ni lo sueñen) en que ser mamá es lo que nos (las) hace mujeres completas (¿o sea que quien esto escribe es media mujer? ¿las que no tienen hijos son incompletas? ¿por qué no te vas a lavar las tetas, conchuda?), es lo que nos (las) hace felices (??????), lo que nos (les) llena de vida (¿qué te creés, que yo estoy muerta, pelotuda?), lo que nos (las) hace seguir adelante cuando estamos (están) bajoneadas (¿y el rivotril? dale, si a vos lo que te pone contenta es la guita, no la sonrisa de tus hijos, forra). Es por eso que, desde acá, desde este espacio que me (le) dan quiero desear un muy feliz día a todas las mamás que me (la) leen. Me (le) gustaría también desearles un muy feliz día a todas las abuelas, que también son mamás (sos, definitivamente, de lo más idiota que existe sobre la faz de la tierra). Y, por qué no, a las bisabuelas (¿y a las choznas no, imbécil?). Porque yo (ella) sé (sabe) que, después de los hijos, lo mejor son los nietos. Feliz día, entonces (matate).


(Barcelona nº 171, 9 de octubre de 2009)

martes, 24 de noviembre de 2009

Insultos y frases cómicas en latín.

Non calor sed umor est qui nobis incommodat. (No es el calor, es la humedad)

Vacca foeda. (Vaca fea o desgraciada)

Si hoc signum legere potes, operis boni in rebus Latinus alacribus et fructuosis potiri potes.
(Si puedes leer este cartel, podrás conseguir un buen trabajo en el dinámico y bien pagado mundo del latín.)

Utinam barbari spatium proprium tuum invadant!
(¡Que los bárbaros invadan tu espacio personal!)

Utinam logica falsa tuam philosophiam totam suffodiant!
(¡Que la lógica defectuosa infeste tu sistema filosófico!)

Te audire no possum. Musa sapientum fixa est in aure.
(No puedo oirte. Tengo un plátano metido en la oreja.)

Nihil est–in vita priore ego imperator Romanus fui.
(Eso no es nada. En una vida pasada fui Emperador de Roma.)

Catapultam habeo. Nisi pecuniam omnem mihi dabis, ad caput tuum saxum immane mittam.(Tengo una catapulta. Dame todo el dinero o te lanzaré una enorme piedra a la cabeza.)


Las encontré chusmeando por ahí...



viernes, 20 de noviembre de 2009

El engaño

Soy tuya, Dios lo sabe por qué, ya que comprendo
que habrás de abandonarme, fríamente, mañana,
y que bajo el encanto de mis ojos, te gana
otro encanto el deseo, pero no me defiendo.

Espero que esto un día cualquiera se concluya,
pues intuyo, al instante, lo que piensas o quieres.
Con voz indiferente te hablo de otras mujeres
y hasta ensayo el elogio de alguna que fue tuya.

Pero tú sabes menos que yo, y algo orgulloso
de que te pertenezca, en tu juego engañoso
persistes, con un aire de actor del papel dueño.

Yo te miro callada con mi dulce sonrisa,
y cuando te entusiasmas, pienso: no te des prisa.
No eres tú el que me engaña; quien me engaña es mi sueño.

Alfonsina Storni

Palabras y nada más

Tus ojos, tus labios, tus manos, tu voz.
Irresistibles, abrumadores, desesperantes.
Quiero acercarme, pero es algo imposible. Y mortifica.
No existen lágrimas, no existen ilusiones. Existe vacío. Vacío penetrante, calador de huesos y de corazón.
Pero te espero, te espero.
¿Estás? ¿Cuándo vas a aparecer en mi mundo?
No puedo odiarte por tu ausencia, por dejarme sola.
¿Por qué digo dejarme sola? No existís, no existo para vos.
Y necesito que aparezcas ya, pronto.
Necesito que aparezcas porque la sensación de soledad eterna e irreparable duele, duele duele.

La insoportable levedad del ser (fragmento)

"El gozo que le inunda requiere oscuridad. Esa oscuridad es pura, limpia, sin imágenes ni visiones, esa oscuridad no tiene final, no tiene fronteras, esa oscuridad es el infinito que cada uno de nosotros lleva dentro de sí. (¡En efecto, quien busque el infinito, que cierre los ojos!)"

 Milán Kundera

La insoportable levedad del ser (fragmento)

"¡La música, la negación de las frases, la música, la anti-palabra! Anhelaba estar durante mucho tiempo abrazado a Sabina, callar, no decir ya nunca más una sola frase y dejar que el placer se funda con el estruendo orgiástico de la música. En medio de aquel ruido imaginario, se durmió".

Milán Kundera

jueves, 19 de noviembre de 2009

Salem's Lot (fragmento)

A medida que nos adentrábamos en el siglo XX, la Iglesia Católica empezó a tener que vérselas con una idea nueva, la del mal con m minúscula. Con un diablo que no era un monstruo rojo de cuernos, la cola bifurcada, pezuñas hendidas y todo, ni una serpiente que se deslizaba por el jardín... por más adecuada psicológicamente que sea la imagen. El diablo, de acuerdo con el Evangelio, según Freud, sería algo neutro, el subconsciente de todos nosotros (...). Ahuyentar al diablo de Freud es tan imposible como el problema de Shylock... cortar una libra de carne sin derramar una gota de sangre. La Iglesia Católica se ha visto obligada a replantearse toda su enfoque del mal... por los bombardeos sobre Camboya, por las guerras en Irlanda y en Oriente Medio, por los asesinatos de policías y los tumultos en los ghettos, por los millones y millones de pequeños males que todos los días se vuelcan sobre el mundo como una plaga de mosquitos. Y el proceso en que se encuentra ahora es el de despojarse del viejo pellejo de médico brujo para renacer como un organismo socialmente activo y movido por la conciencia social. Los centros de orientación psicológica de las grandes ciudades predominan sobre el confesionario. La comunión hace de segundo violín al movimiento por los derechos civiles y por la renovación urbanística.
La Iglesia ha estado ocupada en la tarea de apoyar ambos pies sobre este mundo. En donde no hay brujas, ni íncubos, ni vampiros, sino apenas niños maltratados, incestos y contaminación del medio (...).
Es la forma que tiene la Iglesia Católica de decir que Dios no ha muerto, apenas si está un poco senil.

Stephen King

Ellos son poderosos

No digas que tienes sed, porque te darán un vaso con tu sangre.
No digas que tienes hambre, porque te servirán tus dedos cortados.
No digas que tienes sueño, porque te coserán los párpados.
No digas que amas a alguien, porque te traerán su corazon putrefacto.
No digas que quieres al mundo, porque multiplicarán los incendios.
No digas que buscas a Dios, porque te llenarán de brasas la boca.
No digas que está bello el rocío que dulcemente cubre los campos, porque en cada gota celeste inocularán pestilencia.

William Ospina
De Poesía 1974-2004. Ed Revista Número, Bogotá, 2005.

lunes, 16 de noviembre de 2009

El lápiz del carpintero (fragmentos)

"Se decían esas cosas raras que dicen los enamorados, pero más raras.
Él dijo que, cuando saliese en libertad, iría a Porto, al mercado de Belhão, para comprarle un saquito de habas de colores de esas que llaman maravillas.
Ella dijo que le regalaría un fardo lleno de horas. Que sabía de un feriante en Valença que vendía horas de tiempo perdido.
Él dijo que tendrían una niña y que les saldría poeta.
Ella dijo que había soñado que ya hacía años que habían tenido un niño, que había huido en un barco y que era violinista en América.
Y yo pensé que no eran oficios de provecho para los tiempos que corrían."


"He visto a un hombre y a una mujer hacerse de todo, pero aquellos dos se bebían uno al otro. Se lamían el agua con los labios y con la lengua. Sorbían en las orejas, en el hueco de los ojos, cuello arriba desde los pechos. Estaban tan empapados que se debían de sentir desnudos. Se besaban como dos peces."

Manuel Rivas
(escritor español)

sábado, 7 de noviembre de 2009

Sonatina

La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro,
está mudo el teclado de su clave sonoro,
y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor.

El jardín puebla el triunfo de los pavos reales.
Parlanchina, la dueña dice cosas banales,
y vestido de rojo piruetea el bufón.
La princesa no ríe, la princesa no siente;
la princesa persigue por el cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión.

¿Piensa, acaso, en el príncipe de Golconda o de China,
o en el que ha detenido su carroza argentina
para ver de sus ojos la dulzura de luz?
¿O en el rey de las islas de las rosas fragantes,
o en el que es soberano de los claros diamantes,
o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?

¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa,
tener alas ligeras, bajo el cielo volar;
ir al sol por la escala luminosa de un rayo,
saludar a los lirios con los versos de mayo
o perderse en el viento sobre el trueno del mar.

Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata,
ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
ni los cisnes unánimes en el lago de azur.
Y están tristes las flores por la flor de la corte,
los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte,
de Occidente las dalias y las rosas del Sur.

¡Pobrecita princesa de los ojos azules!
Está presa en sus oros, está presa en sus tules,
en la jaula de mármol del palacio real;
el palacio soberbio que vigilan los guardas,
que custodian cien negros con sus cien alabardas,
un lebrel que no duerme y un dragón colosal.

¡Oh, quién fuera hipsipila que dejó la crisálida!
(La princesa está triste, la princesa está pálida)
¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!
¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe,
—la princesa está pálida, la princesa está triste—,
más brillante que el alba, más hermoso que abril!

—«Calla, calla, princesa —dice el hada madrina—;
en caballo, con alas, hacia acá se encamina,
en el cinto la espada y en la mano el azor,
el feliz caballero que te adora sin verte,
y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
a encenderte los labios con un beso de amor».

Ruben Darío
en "Prosas profanas y otros poemas"

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Irrealidad

Cada día me hundo en la inconsciencia para poder encontrarte nuevamente y allí estás, como cada noche, aguardando mi llegada.
Puedo sumergirme en el fin de las tragedias con vos y expiar todos mis pecados. Deslizar lágrimas audaces y consolarme con tus dulces ojos. Sentir la tibieza de tu piel y reconfortarme con tu deliciosa respiración. Deleitarme con el infantil sonido de tu risa y probar tus peturbadores besos.
Desearía poder curarme de tu presencia nocturna y eliminar la necesidad de encontrarte pero me arrancaste del vacío por el que me arrastraba y me mostraste una nueva realidad.
No quiero acostumbrarme a tu apacible mirada porque sé que no sos real. Esos impactantes ojos verdes no pueden ser reales...

martes, 3 de noviembre de 2009

Relato sin nombre: el final

Bien, habíamos quedado en la parte en que nuestro hombre sin nombre llegaba en compañía de Sofía a la “Ciudad de las luces”.
Era muy tarde en la madrugada, pero tal era el nivel de luz en esa ciudad que, suponiendo que no conocieran la hora exacta, no serían capaces de darse cuenta si era de día o no.
A pesar de que habían viajado muchas horas sin parar, no tenían sueño; se sentaron en un banco decorado con luces de navidad que había en una plaza. La verdad es que era muy incómodo: las luces los rodeaban y hacía mucho calor y estas sólo lograban generar más calor todavía. Pero a pesar de eso, nuestro hombre le contó con mucho gusto a Sofía por qué había decidido salir de su casa y viajar sin un rumbo preciso.
Sofía lo miraba fijo y lo escuchaba atentamente.
-De donde vengo, dijo Sofía, no importa si tenés nombre o no; nadie te registra de todos modos.
El hombre sin nombre quiso decir algo, pero no supo qué.
-Y en tu ciudad, si nadie tiene nombre, ¿cómo hacen para saber de quién hablan si hablan de alguien que no está allí?
-No sé… Simplemente… Sabemos. Es difícil de entender para alguien que no haya vivido en la ciudad sin nombre.
-Entonces, ¿por qué saliste en busca de un nombre?
-Porque lo necesito.
-¿Para qué?
-No sé.

Nuestro hombre y Sofía supieron que ya era de día porque, a pesar de tanta luz, el sol podía distinguirse muy bien. De todas, era la luz más brillante. Decidieron que recorrerían un poco aquella ciudad. Pasaron junto a una casa que tenía la puerta abierta; desde el living brotaba de los parlantes Bohemian Rhapsody. A los dos les trajo recuerdos diferentes: ella se sintió feliz; él, triste.

En sí la ciudad no era muy interesante. Sofía y el hombre sin nombre salieron de vuelta al camino a las pocas horas.
Pasó el tiempo; el motor seguía ronroneando y las ruedas girando. Sofía se durmió, y al amanecer del día siguiente descubrió que se encontraban en un precioso lugar deshabitado rodeado de montañas. El hombre sin nombre no estaba en la camioneta. Sofía salió y empezó a buscarlo.
No tardó mucho en encontrarlo; oyó voces, las siguió, hasta encontrarse con nuestro personaje conversando con una pareja.
Se unió a la conversación y así fue como conoció a Romina y Santiago. Vivían en una casa rodante y pasaban sus días en la ruta, viajando y conociendo.
Santiago y Romina los invitaron a pasar y a quedarse unos días con ellos, hasta que partieran de nuevo. Al hombre sin nombre y a Sofía les pareció una buena idea y se quedaron con ellos.
Compartieron los siguientes tres días juntos. Decidieron subir a uno de los cerros más cercanos a su pequeño campamento. Ni Sofía ni el personaje habían subido nunca a ninguna montaña ni habían experimentado la maravillosa sensación de llegar a la cumbre.
El paisaje era magnífico: podían distinguir un río a lo lejos. Los árboles combinaban colores creando otros increíblemente bellos.
Sofía y el hombre sin nombre decidieron quedarse allí, a pesar de que sus compañeros de viaje bajaron.
-Me gusta el nombre Lucas, dijo Sofía.
-¿Para quién? ¿Para mí?
-Sí, claro. ¿Qué te parece?
-Lucas. Lucas. Me gusta, me gusta.
-Que bueno. Ya tenés un nombre. ¿Te sentís diferente ahora?
-La verdad… no.
-¿Entonces? ¿Por qué tanta búsqueda?
-No lo sé. Pero definitivamente me siento completo ahora.
-Entonces sí sentís algo.
Nuestro hombre sin nombre, que a partir de este momento pasó a ser Lucas, sonrió.
-Sí, siento algo. Me gusta tener nombre.

Se quedaron en la cumbre hasta que empezó a anochecer.
Al día siguiente, Santiago y Romina se despidieron. Lucas y Sofía escucharon cómo "Shine on you crazy diamond" se alejaba acompañando a sus nuevos amigos. Un dejo de melancolía y recuerdos acarició el viento que los despeinó un poco.
Pasaron su última noche en aquel lugar. Fue entonces cuando Sofía le dijo que ya estaba lista para volver a casa.
-Yo no, contestó Lucas.
-No importa, podés seguir tu viaje, si eso es lo que querés.
-Sí, es lo que quiero. Mañana te llevo hasta la ciudad, esté donde esté, y retomo mi viaje.
-No te preocupes por eso, me las arreglo para volver sola.
-¿Estás segura?
-Muy segura.
-Como quieras.

Había llegado el momento de la despedida. Hicieron todo lo posible para extender el tiempo que les quedaba por compartir.
-¿Estás segura de que no querés que te lleve?
-Sí, no me preguntes más, por favor.
-Es que no es ningún problema…
-Basta. Me vuelvo sola, vos volvés a la ruta. Quedamos así.

Un silencio envolvió sus cuerpos. Se abrazaron. Por las mejillas de Sofía rodaron un par de lágrimas.
-Fue muy lindo haberte conocido, le dijo.
-También para mí. Gracias por la compañía.

Sofía le dio un cassette viejo y usado.
-Para que te quede un recuerdo de nuestro recorrido.
-Yo no tengo nada que darte, le dijo Lucas.
-No importa. Con tu recuerdo me alcanza.

Lucas se subió a su camioneta, arrancó y se fue.
Sofía volvió a su casa unos días después. Recordó para siempre el tiempo que había compartido con aquel amigo que sentía como si fuese de toda la vida. Una amistad eterna y feliz.

De Joni Mitchel era el cassette que le había regalado Sofía. Lucas sonrió al escucharlo.
Continuó viajando sin parar, sólo se detenía para dormir. Necesitaba estar solo.
Una noche si sintió cansado de manejar; quería descansar.
Divisó un camino al costado de la ruta. Dobló y se internó entre árboles altos y frondosos. Estacionó. Había encontrado de casualidad un campo donde no habitaba nadie. Bajó de su camioneta y observó el panorama: la luna iluminaba todo el lugar. Lucas estaba maravillado, ¡era tan hermoso!
Puso en la vieja casetera de la camioneta un cassette de Los Beatles y se recostó cómodamente sobre el pasto. Comenzó a recordar todo lo que había vivido a partir del día en que había decidido salir de su casa y se preguntó por qué no lo había hecho antes. Después sonrió: de todos modos lo había hecho. Peor hubiese sido no haber salido nunca.
El sonido que hacían los grillos acompañaba la música que Lucas escuchaba. Cerró los ojos y dejó que esta lo envolviera por completo. Sentía cada nota vibrando hasta la punta de sus dedos. Veía colores que formaban imágenes que sólo él entendía.
Abrió los ojos y se incorporó para observar todo una vez más. Se sintió lleno. Pensó en su nombre. Le gustaba mucho y le recordaba a Sofía. Volvió a recostarse. Estaba en paz, nada le molestaba, nada lo angustiaba.
Y entonces soñó. Soñó con su vieja casa, con Sofía. Soñó con Pueblo Chiquito, con la pareja que conocieron en las montañas, con el río, con la luna.
Soñó con la música que lo había acompañado durante todo el viaje, con la canción que sonaba en ese momento. Comprendió en sueños que ya no iba a despertarse de nuevo. Se sintió increíblemente triste por un momento. Luego, tranquilidad. Y justo antes de dormirse para siempre, soñó que caminaba. Que caminaba por infinitos campos de frutillas.