miércoles, 29 de diciembre de 2010

La noche de Año Nuevo en el hogar

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Pasar la noche de Año Nuevo en el hogar es una manera clásica.
... Los familiares se reúnen, van llegando y, al entrar, emiten distintas opiniones.
... Unos dicen:
... -¡Vaya un frío que hace!, eh?
... Otros preguntan:
... -Hace frío, ¿eh?
... Otros declaran:
... -¡El frío que hace!
... Otros gruñen:
... -¡Hace un frío!
... Y así sucesivamente.
... Y es que el hogar, en la noche de Año Nuevo, es el único sitio en que, por única vez, se hallan de acuerdo las familias.
... Después viene el capítulo de los recuerdos:
... -¿Os acordáis de cómo pasamos el Año Nuevo pasado?
... -Sí. Fuimos a Arganda.
... -No. Eso fue el antepasado. El pasado nos reunimos en casa de Micaela.
... -¿En casa de Micaela? No. Estuvimos en "Los Burgaleses".
... -No, hombre, fuimos al café de San Millán. ¿No os acordáis que había unos mudos jugando al billar?
... Y se arman unos líos tremendos.
... Por fin, el abuelo corta las complicaciones diciendo que le duele una pierna. Los hijos dicen que es reuma. Y los sobrinos dicen que es gota. Y el abuelo dice que es tarde.
... Y se sientan todos a la mesa.
... Se sientan a la mesa a las diez, pero hasta las doce menos cuarto no sirven la sopa. La dueña de la casa se excusa ante los invitados que no son de la familia:
... -Crean ustedes que en estos días de tanto ajetreo...
... Y no dice más. Uno de los invitados -ese que es idiota, pero que se sienta siempre al lado de la estufa- se encuentra en la obligación de acabar la frase:
... -Sí. En estos días de tanto ajetreo, la sopa sale siempre salada.
... Todos se escandalizan y cada cual echa un poquito de agua de su copa en el plato del idiota, para combatir su exceso de sal. Cuando han concluido, el invitado tiene que tomarse la sopa en un sifón.
... La dueña de la casa lleva siempre la voz cantante, narrando cosas que no importan a nadie, mientras hace platos, en ese estilo familiar que todos conocemos. Por ejemplo:
... -La vida se está poniendo imposible. El otro día me decía la señora del piso de arriba (dame el plato Ramoncito) que le había costado un pollo pequeñísimo (¿quiere usted más verdura, papá?) dieciocho pesetas. ¿No es escandaloso que un pollo (me parece que te he servido poco, María Luisa) cueste más de tres duros? Y es que, digan lo que quieran, las subsistencias (la verdura no se ha cocido bien) siguen estando por las nubes, y el mes próximo (el que quiera más, que lo diga) aún subirán más.
... Etcétera, etc.
... La comida se desliza bajo la preocupación de la hora.
... -A ver si no van a dar las campanadas a tiempo.
... -Id distribuyendo las uvas en platitos.
... -Lo mejor es pelarlas.
... Pero todo esto no quita para que el reloj empiece a sonar cuando están todos más descuidados.
... Se atragantan. Hay siempre una señora gorda a quien le ataca en el preciso momento una risa convulsiva. Y hay también el caballero que ha vivido muchos años en América, y que no se sabe por qué, en vez de uvas, a cada campanada se traga un melocotón.
... A partir de las doce de la noche, la fiesta decae, y el instante en que alguien pone discos en el gramófono marca el primer ronquido y el primer bostezo. Pero los que empiezan a dormirse se despiertan siempre cuando al invitado idiota se le caen al suelo once discos, incluido el de "Rigoletto".
(Enrique Jardiel Poncela: Máximas mínimas, 1940)

Desesperación II

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Corre el agua ligera, corre como nunca lo ha hecho y como nunca más lo hará pero no puedo detenerla, aunque mi vida dependiera de ello no puedo, simplemente no soy capaz y me arrastrará, me hundirá y me ahogará y me perderé en las profundidades azules insondables que inundan la memoria, esa frágil memoria que amenaza con quebrarse en cualquier momento, dejándonos en el más absoluto olvido.
... El miedo más grande es quedar suspendido de la inconsciencia, de la Nada Eterna, del Vacío Astral. Pero más temo dejarte sola, desamparada, triste.
... Corro hacia tí, hacia tus brazos, hacia tu amor protector pero siento como si corriera en el aire sin moverme, no puedo hacer ningún movimiento y me siento enfurecer de impotencia, de rabia de ver cómo te alejas y no puedo, oh Dios, no puedo hacer nada para evitarlo y cómo te quiero, por favor ayúdame a llegar hacia tí, no dejes que me arrastre no permitas que esto termine aquí, tenemos tanto que compartir todavía.
... Pero te veo mientras me alejo, ahí, parada, sin poder hacer nada, mientras de tus ojos corre el agua ligera, mientras corre como nunca lo ha hecho y como nunca más lo hará.

domingo, 26 de diciembre de 2010

Buenos Aires, noviembre de 1975: me gusta sentirme libre y quedarme si quiero

4.
Suena el teléfono y pego un respingo. Miro el reloj. Nueve y media de la noche. ¿Atiendo, no atiendo? Atiendo. Es el comando José Rucci, de la Alianza Anticomunista Argentina.
-A ustedes los vamos a matar, hijos de puta.
-El horario de amenazas, señor, es de seis a ocho- contesto.
Cuelgo y me felicito. Estoy orgulloso de mí. Pero quiero levantarme y no puedo: tengo piernas de trapo. Intento encender un cigarrillo.

Eduardo Galeano, en "Días y noches de amor y de guerra",1984.

viernes, 24 de diciembre de 2010

Espero curarme de ti

Espero curarme de ti en unos días. Debo dejar de fumarte, de beberte, de pensarte. Es posible. Siguiendo las prescripciones de la moral en turno. Me receto tiempo, abstinencia, soledad.

¿Te parece bien que te quiera nada más que una semana?
No es mucho, ni es poco, es bastante. En una semana se pueden reunir todas las palabras de amor que se han pronunciado sobre la tierra y se les puede prender fuego. Te voy a calentar con esa hoguera del amor quemado. Y también el silencio. Porque las mejores palabras de amor están entre dos gentes que no se dicen nada.

Hay que quemar también ese otro lenguaje lateral y subversivo del que ama. (Tú sabes cómo te digo que te quiero cuando digo: "que calor hace", "dame agua", "¿sabes manejar?", "se hizo de noche"... Entre las gentes, a un lado de las gentes y las mías, te he dicho "ya es tarde", y tú sabías que decía "te quiero").

Una semana más para reunir todo el amor del tiempo. Para dártelo. Para que hagas con él lo que tú quieras: guardarlo, acariciarlo, tirarlo a la basura. No sirvo, es cierto. Solo quiero una semana para entender las cosas. Porque esto es muy parecido a estar saliendo de un manicomio para entrar a un panteón.

Jaime Sabines.

De la ilusión

Escribiste en la tabla de mi corazón:
desea.
Y yo anduve días y días
loco y aromado y triste.

Jaime Sabines

sábado, 11 de diciembre de 2010

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¡Que mal está el mundo! -me dijo Joaquín-.
Este comentario venía tras la observación catastrófica de la zanahoria arrancándose los brazos. Yo me limité a un "sí" pausado, casi prolongado…
Él se aterraba por cosas cotidianas. Lo de las zanahorias ya venía de hace meses, eso es lo de menos; al fín y al cabo el sol ya se tragó la tierra, los zombies se comieron todas las nubes…¡Y él se alarma porque una simple zanahoria se arranque los brazos!…
Mis preocupaciones son otras, todavía no las tengo claras, pero se que esas cosas no me preocupan, no me interesan, no me importan…Y no tiene que ver con el tema del estado somnoliento en el que estamos. ¡No! Nada más tiene que ver con la soledad y la falta de caramelos.
Ya falta poco para el "Día de los Zapatos Gastados" y los míos siguen nuevos. Esas cosas me aterran, lo demás no me parece importante.
Yo creo que esto no da para más, posiblemente me vaya a vivir a las cloacas, ya no aguanto más eso de vivir de árbol en árbol…¿Y Joaquín?...que se yo…Cuando logre hacer que despegue su naríz de la tierra le cuento que estamos por perder la cordura.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Las vírgenes sabias y necias (fragmento)

Maggie ya no es una enclenque muchacha de campo. Tiene busto y caderas curvas, una cintura elegante. Cuando no está actuando, usa el tupido y oscuro cabello partido al medio y recogido en ambos lados del rostro, como un reluciente plumaje de mirlo; en las sesiones espiritistas ese cabello espeso y lustroso cuelga hasta las caderas. Sus ojos negros son grandes y brillantes. Su boca roja es carnosa. Es bella, aunque no de la manera convencional. En una de esas espantosas novelas de a duro que los libreros victorianos guardaban en la sala de atrás, sería la femme fatale, la mujer equivocada para un buen hombre, la Dama con Velos que debe caer por el precipicio o irse a la Habana, o al manicomio, para que los amantes verdaderos puedan ser felices juntos. Maggie no es la mujer adecuada para un final feliz.
Parece un poco joven para una pasión tan siniestra.
Todavía hay inocencia en esos ojos oscuros.

Jeanne Mackin

El Caso de las Trompetas Celestiales (fragmento)

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En esta festividad de la Aparición de San Miguel Arcángel, en el año de gracia de 1939, Carmel había cumplido veinte o veintiún años, no recuerdo bien. Era lo que mi amiga Cheyney, americanizando deliberadamente la lengua materna, habría llamado una rubia rojiza. En otros términos, tenía cabellos rubios, pero no del tono platinado, oxigenado, ceniciento o tan siquiera de lino, de los sajones, sino de un tinte oro pálido, con reflejos marcados de color rojizo. No sé qué color de ojos se considera correcto para una rubia rojiza, pero los de Carmel, inesperadamente, eran de color castaño muy oscuro, los ojos que habitualmente tienen las morenas. Eran ojos preciosos, bien separados y adornados con largas pestañas negras. Su nariz era traviesa, levemente respingada, y si me preguntan cómo puede ser traviesa una nariz de mujer, me limitaré a recomendar al lector que venda este libro por lo que le den y en el futuro lea solamente a Bernard Shaw.


(Michael Burt: The Case of the Angels´ Trumpets, 1947)

Conferencia en Londres por Paul Eluard (1935)

Ha llegado el tiempo en el que todos los poetas tienen el derecho y el deber de afirmar que se hallan profundamente enraizados en la vida de los demás hombres, en la vida común (...). Hay una palabra que jamás he oído sin sentir una gran emoción y una gran esperanza; la más grande, la de vencer a las potencias de la ruina y de la muerte que se ciernen sobre los hombres; esta palabra es: fraternización (...). Los poetas dignos de este nombre, como los proletarios, se niegan a ser explotados. La poesía verdadera está en todo lo que no se ajusta a esta moral, a una moral que, para mantener su orden y prestigio, no sabe hacer otra cosa que construir bancos, cuarteles, iglesias y prostíbulos. La poesía verdadera está en todo lo que libera al hombre de este bien espantoso, bien que tiene un rostro de muerte. Se halla en la obra de Sade, de Marx o de Picasso, como en de Rimbaud, Lautréamont o Freud. Se halla también en la invención de la radio, en la explotación del Tcheliuskin, en la revolución de Asturias y en las huelgas de Francia y de Bélgica. Puede estar tanto en la fría necesidad, la de conocer o comer mejor, como en el gusto de lo maravilloso. Desde hace más de cien años los poetas descendieron de las cimas en que creían estar y caminaron por las calles, insultaron a sus maestros; ya no tienen dioses, se atrevieron a besar en la boca a la belleza y al amor, aprendieron los cantos de rebelión de la muchedumbre miserable y, sin dar muestras de disgusto, tratan de enseñarle los suyos propios.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Silens declaratio

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Volui clamare sed non potui. Vox meus ne exire buca mea consequebatur, et illud quod dicere volebam in animo meo haesum mansit.

... Volui delineare, sed tractus inter se confundebant, et aliquid nitidum non producere consequebar.
... Volui pingere, sed colores omnes similes videbantur, et semper idem pingebam.
... Volui musicam facere, sed soni quos emittebam dissoni, iniucundi auri qui audire vellet erant.
... Volui scribere, sed nemo scripta mea legebat. Conor adhuc, sed omnes conatus inanes sunt.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Natanael

Justificar a ambos ladosHace unas pocas semanas, ha llegado a nuestro antro un ser que no sabemos ni de dónde vino, ni qué es exactamente; dijo llamarse Natanael. Le dimos una calurosa bienvenida porque no somos hostiles con los caminantes que llegan a nuestra pocilga. Pero lo cierto es que dicho ser desde que llegó ha desabastecido nuestras heladeras, usado nuestros aposentos, pero ni un solo escrito ha brotado de sus manos para deleitarnos.
Yo, la Dama del Alba, me encuentro aquí instigando a Natanael para que de una vez por todas publique algo y que no nos venga con la excusa de que tiene muchos obstáculos que atravesar o amigos que socorrer porque aquí, bien sabemos todos que nuestra única ocupación es leer el Quijote y escribir.
Saludos.

Oración a San Juan Trastornado

Antes de hacer esta Oración pídale a su propio Guardián que le dicte en su propia mente si debe o no hacer esta Oración. Si se arrepiente no la haga, pues no tendrá beneficio en lo que usted desee.

Tú que poder tuviste para trastornar a tu esposa, así yo te conjuro para que me le trastorne los cinco sentidos y siete pensamientos de fulano de tal (ahí se dan tres zapatadas para llamar a fulano de tal). Por el poder omnipotente de -Belcebú Artaclán- tres espíritus superiores a todos los demás espíritus.

Ellos serán los que leen, interpretarán en el cerebro, el corazón y el pensamiento de fulano de tal, para que no me lo dejes si en silla sentar ni en cama dormir, ni con mujer casada, viuda o soltera hablar hasta que no bravo, rabiando como un perro y llegue a mí, manso como una oveja a los pies míos. Yo fulana de tal.


Eduardo Gudiño Kieffer, en "Guía de pecadores".

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Encuentro Casual

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Salió rápido de su departamento, y casi chocó contra la muchacha

... -¡Uy! Disculpe, no la vi.
... -No se preocupe -dijo con desdén-, me pasa siempre.
... Él se quedó observándola un instante.
... -Tampoco la había visto antes, ¿vive aquí?
... -Sí.
... -¿Hace mucho?
... -Bastante -quedó pensativa un rato-. Creo que nunca viví en otro edificio.
... -Qué extraño -dijo-, debería haberla cruzado en algún momento... Yo vivo aquí -señaló su departamento, el número trece- desde hace un par de meses, y la verdad es que no...
... -Salgo poco, tal vez por eso no...
... -Ah, debe ser por eso -su voz no sonaba muy convencida-. Yo casi nunca estoy.
... Ella lo miró, un poco incómoda por estar allí, y le dijo:
... -¿Tiene que irse? -no le gustó cómo sonó eso, y añadió enseguida:- Lo vi muy apurado, y ahora aquí, hablando tan tranquilo...
... -Sí -dudó-. No. Bueno, tal vez pueda ayudarme.
... -¡Con gusto! -su rostro se iluminó por un instante-. Hace tanto que no ayudo a nadie... Dígame.
... -Creo que me persiguen...
... -¿Quién?
... -No lo sé.
... -¿Y cómo sabe que lo persiguen? -inquirió.
... -Porque hice algo... -iba a hablar, pero se contuvo-. No, no puedo contárselo, podría ser peligroso. Pero debo salir de aquí.
... -Creo -pensó por unos segundos-, creo que puedo ayudarlo... Sí, ya sé: venga por aquí.
... -¿Por dónde?
... -Por este pasillo -le dijo mientras caminaban por él-, al fondo hay una escalera. Allí hay una puerta, en el descanso, que conecta por medio de un pasaje con el edificio contiguo.
... -No lo recuerdo...
... -Tal vez nunca lo vio -sentenció.
... -Puede ser, estoy tan poco en este edificio...
... Llegaron al final del corredor. Ella lo miró y, señalando la puerta, dijo:
... -Aquí está, ¿ve?
... Él abrió y entró. Ella lo siguió.
... -Sí, pero la escalera está clausurada.
... -No puede ser -dijo ella, incrédula.
... -Pues sí, mírelo usted misma.
... -Qué extraño -dijo perpleja, como hablando consigo misma-, antes estaba aquí.
... -Tal vez remodelaron el edificio -aventuró él.
... -Puede ser, pero es raro que no me haya enterado...
... -¿Hace mucho que no usa este pasaje?
... -Tal vez... No lo sé, no tengo buena memoria desde que...
... -Esto aparenta haber estado así por bastante tiempo.
... -Es cierto. Hasta la puerta es diferente, ahora lo veo. Antes era...
... -¿Era cómo?
... -¡Qué extraño! -dijo la muchacha, avanzando cautelosamente-. ¡Qué puerta más pesada! -la tocó al hablar y se cerró de pronto, con un golpe.
... -¡Dios mío! -dijo el hombre-. Me parece que no tiene picaporte del lado de adentro. ¡Cómo nos han encerrado a los dos!
... -A los dos no. A uno solo -dijo la muchacha.
... Pasó a través de la puerta y desapareció.


(Este cuento fue el resultado de una consigna de escritura, utilizando
el "Final para un cuento fantástico" de la Antología del Cuento Fantástico,
de Borges, Bioy Casares y Silvina Ocampo, 1965)

sábado, 30 de octubre de 2010

Pintura 1957

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La soledad llena mis noches. No tengo a nadie con quien conversar en mi trabajo, por lo que me dedico a recorrer los pasillos solo, en silencio, oyendo el ruido de mis pasos en los pisos de cerámica.
... Soy guardián nocturno en un museo. Muchos dirán que es aburrido, pero a mí me gusta. Estoy siempre en contacto con el arte, cosa que me encanta, y hasta siento que con los cuadros y las esculturas ya somos una gran familia. Incluso me quedo conversando con algunas de las personas retratadas, les pregunto cómo se sienten, qué les anda pasando, cómo están sus familias, entre otras cosas.
... Conozco el lugar de memoria. Podría encontrar cualquier cuadro con los ojos cerrados. Cualquier cambio, por más mínimo que fuere, saltaría a mi vista de inmediato; es que trabajo aquí desde hace diecisiete años, diecisiete largos años, con todas sus noches y sus soledades.
... Y es que nunca falto al museo. Creo que sólo dos veces me tomé vacaciones, y algún que otro fin de año me tomaba unos días libres, pero luego me preguntaba: ¿para qué faltar? No tengo a nadie con quien pasar esas fechas, y solo me aburría demasiado. No tengo familia ni amigos, no me interesan las relaciones humanas. Pienso que todas las personas son mezquinas, codiciosas, que esconden su verdadera apariencia bajo una máscara de humildad y bondad con el único fin de pasar por encima de quien sea para alcanzar sus ambiciones. Por eso no quise dedicarme a otra cosa. Mi padre y su padre y el padre de su padre fueron policías, pero yo no podía soportar el ser funcional a un sistema repleto de corrupción, quería aportar algo bueno al mundo, por lo que dediqué mis días a resguardar la única belleza que puede producir el hombre: el arte. El arte es lo único que necesito, lo único que me entiende, sólo tengo los cuadros que me acompañan siempre. Así que decidí no faltar nunca a mi trabajo, así yo estoy tranquilo con las obras, y ellas estás seguras en sus respectivos lugares. Porque a los cuadros les puede pasar cualquier cosa, que los roben, que se caigan, hasta podría haber un incendio y mis cuadros no tendrían a quién pedirle ayuda porque sólo confían en mí. A las autoridades del museo les parece extraño que prefiera el turno noche y nunca me tome días de descanso, pero la verdad es que nunca, desde que ingresé como guardia nocturno, tuvieron ningún problema. Saben que soy responsable, y que me gusta este horario, que muchos odian porque les da vuelta el reloj, pierden todo el día durmiendo y a la noche no pueden salir a divertirse (que es lo único que les importa). Como a mí no me interesa ese tipo de diversión, me entrego de lleno a la tarea para la que fui contratado; así, la colección de arte no corre peligro alguno ya que cuido las obras con mi vida. Las amo demasiado como para permitir que les suceda algo. Algunos dirán que lo mío es una obsesión, pero no: tengo demasiado amor para dar,y no tengo a nadie a quién dárselo, por lo que me ocupo con mucho esmero de mis cuadros.
... Somos una gran familia. A veces siento que somos como un matrimonio poligámico: yo soy el hombre y los cuadros y esculturas son mis mujeres. Yo las protejo de cualquier peligro, les satisfago sus necesidades, y ellas satisfacen las mías. Son demasiadas mujeres, pero no se ponen celosas, porque tengo tiempo y cariño para todas por igual. Nuestra vida conyugal transcurre serena, apacible y agradable.
... Pero el problema empezó hará dos meses, más o menos. El museo había decidido ampliarse, por lo que adquirieron varias obras nuevas para ubicar en un ala recién construida del museo. Al principio me adapté bien; me costó trabajo conocer las obras nuevas e incorporarlas a mi recorrido nocturno, pero poco a poco volví a mi rutina estable. Parecía como si las obras hubieran estado siempre allí, sobre todo por el tipo de relación que establecieron unas con otras. Parecían grandes amigas que compartían todo sin ningún problema.
... Pero unas semanas después empecé a sentirme raro, como ligeramente descontento. Empecé a descuidar algunas obras, a saltear parte de mi recorrido habitual. Poco a poco reducía mi circuito cada vez más, hasta que solo quedé con el ala nueva del museo. Las obras sintieron este cambio, y empezaron a reclamarme, suave al principio, pero luego más insistentemente. Llegó un momento a partir del cual no soportaba verlas porque me enloquecían con sus gritos, y poco a poco fui reduciendo mi recorrido dentro del ala nueva, hasta que solo quedé con una obra.
... Era hermosa, sencilla y amable. Era la única que no me molestaba. "Pintura 1957". Así se llamaba. Me quedaba horas mirándola y seduciéndola. A ella creo que le gustaba, pero era tímida, le costaba mostrarse tal como era. Y claro, eso molestó mucho a las otras. De a poco fueron cambiando sus reproches, hasta que llegaron a mostrar plenamente su odio para con ella. Me reclamaban y decían que ella me apartaba del resto, pero yo no les hacía caso. Me quedaba amando sólo a ella, hasta que la revuelta se hizo insoportable. No me dejaban en paz, e impedían que lograra algo con mi amada, por lo que decidí deshacerme de quien se interpusiera en mi camino para llegar a lograr mi deseo.
... Planearlo fue muy fácil. Pero tenía que ser rápido, para evitar que me descubrieran antes de terminar. No quería que ellas se defendieran y gritaran tanto que pudieran advertir a alguien de lo que ocurría. Tampoco quería que sufrieran, ya que les guardaba aprecio de todas formas; me habían hecho muy feliz, y quería demostrarles cuan agradecido estaba haciéndolas sufrir lo menos posible. Después de mucho pensarlo, me decidí por dos herramientas seguras y silenciosas: una navaja y un martillo.
... Fue sencillo y rápido con los cuadros, pero las esculturas me llevaron bastante tiempo.Terminé media hora antes de que finalizara mi turno, por lo que debía desaparecer cuanto antes. Pero antes tenía que hacer algo: convencerla de que viniera conmigo.
... No quiso. Se lo volví a pedir, y se volvió a negar. Le rogué, le supliqué, le dije que todo lo había hecho por ella, pero me rechazaba una y otra vez. No lo pude soportar: ya enfadado, le advertí que si no venía conmigo le pasaría algo malo, y comenzó a reírse de mí. Lo hizo de una manera tan despreciativa... No podía hacerme algo más humillante, y lo peor era que no se detenía. Esa risa resonaba en mi cabeza cada vez más y más, me hería en lo profundo del alma, me insultaba, hasta que de pronto hubo silencio.
... Al principio no entendí; abrí los ojos y entonces la vi. Colgaba hecha pedazos, muda, sin vida. Todavía sostenía la navaja en mi mano.
... Esto pasó ayer, aunque me parece como si hubiera sucedido hace años. Me fui justo antes de que vinieran a reemplazarme. No sé qué habrán pensado cuando entraron en el museo, pero ya no me importa. Creo que me buscan, pero no me encontrarán. Lo único que quiero es que me perdone. Espero que me comprenda y que entienda por qué lo hice. Que sepa que la extraño, y que quiero que me dé una segunda oportunidad; espero que dentro de poco, cuando nos volvamos a ver, me ame como lo merezco.

sábado, 16 de octubre de 2010

Su nombre

Escribió el nombre de él, en el borde de la hoja, chiquito, así, para que nadie supiera que ella estaba enamorada. Lo tachó, primero con una lapicera, después le pasó marcador por encima...
La tentación pudo más que ella; esta vez volvió a escribir el nombre de él pero más grande y en otra hoja. Se quedó contemplando su nombre unos segundos, como en un ritual hipnótico. Una tontería, pensó. Eso no era enamoramiento, que alguien escribiera el nombre de otra persona en varios papeles no significaba nada. Rompió el papel. Varios pedazos, no, pedacitos.
Sonrió. La mirada de él le invadió la mente. Quiso escribir su nombre de vuelta pero se contuvo. Volvió a reirse. Debo distraerme, pensó. Prendió la televisión. Estaban dando "Orgullo y prejuicio", la película de Darcy y Elizabeth, uno de los amores más grandes de la literatura... Apagó el televisor.
(Pero volvió a escribir su nombre, el de él).

miércoles, 13 de octubre de 2010

O fueron nueve

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Tal vez tuvimos sólo siete noches

no sé
no las conté
cómo hubiera podido.
Tal vez no más que seis
o fueron nueve.
No sé
pero valieron
como el más largo amor.
Tal vez
de cuatro o cinco noches como ésas
pero precisamente como ésas
tal vez
pueda vivirse
como de un largo amor
toda una vida.


(Idea Vilariño)

viernes, 8 de octubre de 2010

Rosie's Tea Party (Mark Ryden)



Cuando las palabras no aparecen, pueden hacerlo las imágenes.

(¿Quieren venir a tomar el té a mi casa?)


lunes, 27 de septiembre de 2010

La Musa Indiferente

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Era una persona a la que le gustaba leer y escribir. Tenía algunos trabajos escritos -cuentos cortos, alguna que otra crónica- y unas cuantas ideas que se veían prometedoras. El problema era que estaba bloqueado.
... Sabía que sus escritos no eran genialidades, pero consideraba que estaban bastante bien para empezar. Había leído mucho, y aunque parecía que eso no le había servido para pulir su estilo, sí le había ayudado en la redacción: solía hacer bastantes referencias -algunas más evidentes que otras- a obras o escritores que le parecían muy buenos. Era su forma de señalar, de mostrar textos que eran ignorados o muy poco valorados.
... Incluso se había armado un espacio en la web en donde (con un grupo de personas) publicaba sus propios textos y fragmentos de textos ajenos. Sin ver de quiénes eran los textos, se podía saber cuáles eran los suyos -el grosero estilo en el que escribía lo hacía muy evidente-, pero a él no le importaba; lo único que quería era mostrar lo que hacía al mundo.
... Pero en un momento tuvo que dejar de publicar. Y tuvo que dejar de publicar porque había dejado de escribir. Y había dejado de escribir porque no tenía ideas. Había un par de trabajos que estaban estancados y otros sin empezar. Estaban esperando ser retomados, esperando ser puestos en acción para poder fluir y que sus historias contaran lo que tenían que contar, pero el cerebro del autor estaba congelado, el hueco en el papel que se abría ante los ojos del escritor para que pudiera ver qué pasaba del otro lado y luego narrarlo se había cerrado, y daba la impresión de que así quedaría por mucho tiempo.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Guerra Química

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Salieron de las cuevas subterráneas silenciosas y atentas. La enceguecedora luz barría el contorno de sombras y sorprendió a la vanguardia. Sus cuerpos eran delgados y fuertes, armonizados por la ascesis de una voluntad colectiva y omnipotente. Atisbaron el horizonte y aspiraron la fresca brisa. Lejos se divisaban los luminosos pétalos del Árbol del Aroma, rojos y carnosos, sobre cimbreantes tallos protegidos de espinas. Un poco más allá, la amplia y generosa copa del Árbol del Pan ondulaba bajo la vacilante mano de la brisa. Casi invisibles, entrecortados por la bruma de la lejanía, podía divisarse de vez en cuando a miembros del comando de técnicos que se habían adelantado horas antes para demarcar el área de recolección.
... Abajo, en húmedos y templados aposentos bullía la vida de la familia de las exploradoras, junto a los depósitos de alimentos, las maternidades que incubaban miles de hijos futuros y los pequeños recintos donde se guardaba el precioso ganado del que obtenían el néctar de la alegría, meta de su esperanzado retorno.
... Observaron la vieja huella que conducía al próximo valle; vieron cómo el viento apretaba sobre la hierba multitud de cadáveres calcinados. Un sentimiento de pánico recorrió la prieta columna de obreras que aguardaba la orden de avanzar. Leves contactos de sus cuerpos, a modo de diálogo codificado, las ponía en condiciones para una efectiva receptividad. Toda la energía y el poder de la voluntad era para la causa del trabajo de la comunidad. Nada que no fuera el sacrificio les era permitido. La modestia de un trabajo inacabable y el holocausto de la propia vida eran frutos del instinto de su naturaleza racial más que propósitos de la inteligencia individual. Así, la proximidad de la muerte, como tributo de extraordinario potencial de sacrificio, carecía para ellas de mayor significado.
... Los cuerpos armoniosos y perfectos permanecían casi inmóviles aguardando la orden, y cuando la señal vibrátil llegó, una multitud emergió de las catacumbas y enfiló hacia las verdes praderas para tomas cuanto cada una podía y transportarlo con rapidez hacia la ciudad subterránea. Los guijarros y las agujas de los pinos gigantes entorpecían el paso. Sin embargo, nada era más fuerte que una voluntad común y perfecta sincronizada con la invisible computadora de la raza. Ni los relámpagos de luz que provenían del espacio, ni el esfuerzo hasta el límite, ni el quemante polvo que a tantas generaciones había destruido, era impedimento para esta nueva invasión. Se desplegaron hábilmente por el valle y treparon por los gigantescos árboles arrancando las fornidas hojas, los pétalos perfumados del Árbol del Aroma, y las combinaciones de tejidos y maderas, semillas y hebras, según el ordenamiento previo de los Superiores. Mientras un grupo cortaba, otro iniciaba el regreso sintiendo el sobrepeso insoportable, inmutables ante la distancia a recorrer, despreciando la alternativa de la muerte.
... De pronto, un sonido inesperado estalló en el aire al tiempo que una sombra voluminosa multiplicó el efecto de la luz sobre las sombras, formando una tormenta de pánico sobre la caravana. Las más fuertes trataron de llegar apresurando el paso y sosteniendo con fuerza la carga que llevaban sobre sus hombros. Otras, débiles y atemorizadas, procuraban ocultarse entre las altas hierbas que bordeaban el camino. Los gritos de los guardianes imponiendo el orden fueron aplastados por el áspero rugido que llegaba del cielo y antes que pudieran guarecerse, una lluvia fina y pestilente cayó sobre el camino y las cubrió. Quisieron correr, limpiarse el ceniciento manto que se adhería a sus paralizados miembros. La asfixia y el terror les provocaban en segundos una muerte dolorosa. Unas tras otras, las formidables atletas sucumbieron junto a los ennegrecidos cuerpos de las que habían integrado las expediciones anteriores, víctimas del mismo mal. Una suave brisa barría los cadáveres y el fruto de su inacabada faena.
... -¡Malditas!, no dejaré una sola con vida -vociferaba el jardinero, mientras continuaba desparramando hormiguicida en el jardín.


(Juan Coletti: El jardín de las flores invisibles, 1978)

lunes, 12 de julio de 2010

El abuelo

Un hombre, que se llama Amando, nacido en un pueblo que se llama Salitre, en la costa del Ecuador, me regaló la historia de su abuelo.
Los tataranietos se turnaban haciéndole la guardia. En la puerta le había puesto candado y cadena. Don Segundo Hidalgo decía que de ahí le venían los achaques:
-Tengo reuma de gato castrado -se quejaba.
A los cien años cumplidos, don Segundo aprovechaba cualquier descuido, montaba en pelo y se escapaba a buscar novias por ahí. Nadie sabía tanto de mujeres y de caballos. Él había poblado esa aldea de Salitre, y la comarca, y la región, desde que fue padre por primera vez, a los trece años.
El abuelo confesaba trescientas mujeres, aunque todo el mundo sabía que habían sido más de cuatrocientas. Pero una, una que se llamaba Blanquita, había sido la más mujer de todas.
Hacía treinta años que había muerto Blanquita, y él la convocaba todavía, a la hora del crepúsculo. Amando, el nieto, el que me regaló esta historia, se escondía y espiaba la ceremonia secreta. En el balcón, iluminado por la última luz, el abuelo abría una talquera de otros tiempos, una caja redonda de aquellas con ángeles rosaditos en la tapa, y se llevaba el algodón a la nariz:
-Creo que te conozco -murmuraba, aspirando el leve perfume de aquel polvo-. Creo que te conozco.
Y muy suavemente se balanceaba, dormitando murmullos en la mecedora.
Al atardecer de cada día, el abuelo cumplía su homenaje a la más amada. Y una vez por semana, la traicionaba. Le era infiel con una gorda que cocinaba recetas complicadísimas en la televisión. El abuelo, dueño del primer y único televisor del pueblo de Salitre, jamás se perdía ese programa. Se bañaba y se afeitaba y se vestía de punta en blanco, como para una fiesta, el mejor sombrero, los botines de charol, el chaleco de botones dorados, la corbata de seda, y se sentaba bien pegado a la pantalla. Mientras la gorda batía sus cremas y alzaba el cucharón, explicando las claves de algún sabor único, exclusivo, incomparable, el abuelo le hacía guiñadas y le lanzaba furtivos besos. La libreta de ahorros del banco asomaba en el bolsillo de arriba del traje. El abuelo ponía la libreta, así, insinuadita, como al descuido, para que la gorda viera que él no era un pobre pelagatos.

Eduardo Galeano,
(escritor uruguayo).

Para vos, Nico, que siempre me hablas de tu abuelo. Nos veremos pronto.

domingo, 20 de junio de 2010

sólo vine a ver el jardín.
tengo frío en las manos.
frío en el pecho.
frío en el lugar donde en los demás se forma el pensamiento.
no es éste el jardín que vine a buscar
a fin de entrar, de entrar, no de salir.

por favor, no creas que me lamento.
si comprendieras la voluptuosidad de comprobar.

me amaron, a lo menos eso dijeron.
muchos me amaron porque no soy parecida más que a mí
y por otros imponderables más bellos que la sonrisa de la
.......................................................[Virgen de las Rocas.
yo, ahora, creo amar y me siento acabada, epilogada.
¿cómo aprender los gestos primarios
de las pasiones elementales?

No me consuela

1972
Alejandra Pizarnik.

martes, 1 de junio de 2010

Los árboles mueren de pie (fragmento)

ABUELA.- ¡Pero qué estas diciendo! Hablas de tu marido como si no fuera tuyo; como si tuvieras que ganártelo aún.
ISABEL.- Es que usted no puede imaginar todo lo que es Mauricio para mí. Es más que el amor, es la vida entera. El día que le conocí estaba tan desesperada que me habría dejado morir en un rincón como un perro con frío. Él pasó junto a mí con un ramo de rosas y una palabra; aquella palabra sola me devolvió de golpe todo lo que creía perdido. En aquel momento comprendí desde dentro que iba a ser suya para siempre, aunque fuera de lejos, aunque él no volviera a mirarme nunca más. ¡Y aquí me tiene, atada a su carro, pero feliz porque es suyo!
ABUELA.- ¿Tan loca estás, hija?
ISABEL.- Si la locura es eso, bendita sea la locura. Benditos los ojos que me miran aunque no me vean. Bendita su mano en mi cintura aunque no sea más que un sueño. Escuche, abuela... (Se arrodilla a su lado.) El otro día me preguntaba usted por qué no quería hablar otro idioma que el de Mauricio. ¿Comprende ahora por qué? Un idioma no son las palabras, son las cosas, es la vida misma. Cuando yo era niña, mi madre me decía "querida"; era una palabra. Cuando iba a la escuela, la maestra me decía "querida"; era otra palabra. Pero la primera vez que Mauricio, sin voz casi, me dijo "¡querida!", aquello ya no era una palabra: era una cosa viva que se abrazaba a las entrañas y hacía temblar las rodillas. Era como si fuera el primer día del mundo y nunca se hubiera querido nadie antes que nosotros. Por la noche no podía dormir. "¡Querida, querida, querida...! Allí estaba la palabra viva rebotándome en los oídos, en la almohada, en la sangre. ¡Qué importa ahora que Mauricio no me mire si él me llena los ojos! ¡Qué me importa que el ramo de rosas siga diciendo "mañana" si él me dio fuerzas para esperarlo todo! Si no hace falta que nos quieran..., ¡si basta querer para ser feliz, abuela, feliz, feliz...!

Alejandro Casona

Diario de la guerra del cerdo (fragmento)

La miraba de cerca. Fijaba los ojos en los labios, en detalles de la piel, en el cuello, en las manos que le parecían expresivas y misteriosas. De pronto creyó que no besarla era una privación intolerable. Se dijo: "Estoy loco". Recapacitó que si la besaba, estropearía toda la ternura que ella tan espontáneamente le prodigaba. Caería tal vez en un error que la desilusionaría, que lo exhibiría como individuo insensible, incapaz de interpretar correctamente una efusión de generosidad; como un hipócrita, que se finge bueno, mientras hierve de apetitos groseros; como un tonto que se atreve a expresarlos. Pensó: "Esto no me pasaba antes" (y se dijo que el comentario se le volvía habitual). "En una situación así yo era un hombre frente a una mujer; ahora..." ¿Y si ahora se equivocaba? ¿Si perdía, por una incorregible timidez, la mejor oportunidad? ¿Por qué no ver las cosas humildemente, no entender que Nélida y él...?

Adolfo Bioy Casares
(1914-1999)

sábado, 29 de mayo de 2010

La máscara de la muerte roja (fragmentos)

(...)Mas otra vez tañe el reloj que se alza en el aposento de terciopelo. Por un momento todo queda inmóvil; todo es silencio, salvo la voz del reloj. Los sueños están helados, rígidos en sus posturas. Pero los ecos del tañido se pierden -apenas han durado un instante- y una risa ligera, a medias sofocada, flota tras ellos en su fuga. Otra vez crece la música, viven los sueños, contorsionándose al pasar por las ventanas, por las cuales irrumpen los rayos de los trípodes. Mas en la cámara que da al oeste ninguna máscara se aventura, pues la noche avanza y una luz más roja se filtra por los cristales de color de sangre; aterradora es la tiniebla de las colgaduras negras; y, para aquél cuyo pie se pose en la sombría alfombra, brota del reloj de ébano un ahogado resonar mucho más solemne que los que alcanzan a oír las máscaras entregadas a la lejana alegría de las otras estancias. (...)

(...) Y entonces reconocieron la presencia de la Muerte Roja. Había venido como un ladrón en la noche. Y uno por uno cayeron los convidados en las salas de orgía manchadas de sangre y cada uno murió en la desesperada actitud de su caida. Y la vida del reloj de ébano se apagó con la del último de aquellos alegres seres. Y las llamas de los trípodes expiraron. Y las tinieblas, y la corrupción, y la Muerte Roja lo dominaron todo.

Edgar Allan Poe

jueves, 29 de abril de 2010

La Mesa Verde

El sol como un gran animal demasiado amarillo. Es una suerte que nadie me ayude. Nada más peligroso, cuando se necesita ayuda, que recibir ayuda.

*

Me rememoro al sol de la infancia, infusa de muerte, de vida hermosa.

*

Pero a mi noche no la mata ningún sol.

*

La errancia, la canción de nosotros dos, tiemblo como en una metáfora el alma comparada con una candela.

*

Y nada será tuyo salvo un ir hacia donde no hay dónde.

*

He aquí que se estremece el espacio como un gran loco.

*

Alguien demora en el jardín el paso del tiempo.

*

Me alimento de música y de agua negra. Soy tu niña calcinada por un sueño implacable.

*

Máscaras de la noche en qué lugar perdido que nadie más que yo conoce.

*

¿Tendré tiempo para hacerme una máscara cuando emerja de la sombra?

*

Invitada a ir nada más hasta el fondo.

*

Me pruebo en el lenguaje en que compruebo el peso de mis muertos.

*

El mar esconde sus muertos. Porque lo de abajo tiene que quedar abajo.

*

Para mejor ser el que fue, ha querellado con su nueva sombra, ha luchado contra lo opaco.


Alejandra Pizarnik.

martes, 27 de abril de 2010

Bruja (fragmento)

Integró una biblioteca con volúmenes rosa, tuvo casi todos los discos de Pedro Vargas y algunos de Elvira Ríos; llegó un momento en que ya poco deseaba y su capricho sólo halló ejercicio en alguna golosina, un perfume nuevo, una sazón de pescado. Pero después Paula quiso tener un hombre que la amara, y aunque vaciló largo tiempo entre recibir en su lecho a cualquiera de sus fieles pretendientes o crear un ser que cumpliera en todo sus románticas visiones de antaño, comprendió que no había alternativas y le era forzoso decidirse por lo último. Un amante del pueblo hubiera preguntado, inquirido hasta descubrir, más allá de la sonrisa, el poder de bruja. Y entonces hubiera sido el terror, la persecución, la locura.
Creó su hombre. Su hombre la amó. Era bello, fino, se llamaba Esteban, jamás quería salir de la casa: así tenía que ser. Ya enteramente aislada de sus semejantes, Paula negó el té a los amigos y éstos presintieron la regencia de un macho en la casa. Tristes de corazón, se volvieron al pueblo.


Julio Cortázar.

martes, 20 de abril de 2010

La sirena varada (fragmento)

Encuentro que la vida es aburrida y estúpida por falta de imaginación. Demasiada razón, demasiada disciplina en todo. Y he pensado que en cualquier rincón hay media docena de hombres interesantes, con fantasía y sin sentido, que se están pudriendo entre los demás. Pues bien: yo voy a reunirlos en mi casa, libres y disparatados. A inventar una vida nueva, a soñar imposibles. Y todos conmigo, en esta casa: un asilo para huérfanos de sentido común.

Alejandro Casona.

sábado, 17 de abril de 2010

Un amor contra natura

Festejado fue siempre el fervor erótico de los habitantes de Citeres, la isla consagrada a Afrodita. "Aquí todo está permitido", decían, "con la condición de que culmine en la cópula, pues de lo contrario es puro vicio". De modo que aquel espéctaculo los espantó. Durante varios días, en la playa, a la plena luz del sol, dos viciosos se abrazaban, se besaban, se acariciaban. Él, en opulenta erección, rugía de magnífico ardor. Ella lanzaba maravillosos himnos obscenos. Hasta ahí todo estaba en regla y no había nada que decir. Pero después de una hora de preparativos él regresaba al bosque y ella se iba a nadar en las aguas del mar cretense. Los pobladores de Citeres no toleraron tanto escándalo y el centauro y la sirena fueron conducidos a la cárcel.


Marco Denevi.
El Jardín de las Delicias. Mitos Eróticos.

sábado, 3 de abril de 2010

Interrogante

¿Por qué serás tan condenadamente retorcido?
Tus idas y vueltas son insoportables...

jueves, 1 de abril de 2010

La construcción corre por tu cuenta

.
.
...
a a Abramos alegrías allá alma Aquí árboles aromas arroyos brilla colores compartamos con con cuenta cuentos de de de de de de de despliegan dramas dulcificados El el el enriquecernos Escuchemos hay hermosos historias historias hojas impregnados interpretarlas La La La la la las lavando Leamos lejos lejos literatura llevándoselas Llora lluvia lo los los los los los luz más más más mejores mentes miedos muerte muestra murmullo naturaleza néctar nos nos novelas nuestra nuestras nuestras nuestros nuestros ofrece oscuridad para para penas percibirlas poesías que que que rodea saber sabiduría se sentimientos sólo sublime sus sus sus teje teñidos todos universo vida y y , , , , , , , , , , , , , , . . . . . ; ¿ ¡ ¡ ¡ ? ! ! !

miércoles, 24 de marzo de 2010

It (Eso) (fragmento)

Cualesquiera fuesen los motivos, al terminar aquella primera reunión como grupo completo, en julio de aquel año, la reunión en la que Bill se había hecho cargo de un modo total, sin esfuerzos, ella estaba locamente enamorada de él. Decir que era un deslumbramiento de colegiala era como definir el Rolls-Royce diciendo que era un vehículo de cuatro ruedas. Ella no reía como una tonta ni se ruborizaba al verlo; tampoco escribía su nombre con tiza en los árboles o en las paredes del Puente de los Besos. Simplemente, vivía con su cara en el corazón, constantemente, con una especie de dolor dulce, perenne. Hubiera muerto por él.

Stephen King

viernes, 12 de marzo de 2010

La enamorada

esta lúgubre manía de vivir
esta recóndita humorada de vivir
te arrastra alejandra no lo niegues.

hoy te miraste en el espejo
y te fue triste estabas sola
la luz rugía el aire cantaba
pero tu amado no volvió

enviarás mensajes sonreirás
tremolarás tus manos
así volverá tu amado tan amado

oyes la demente sirena que lo robó
el barco con barbas de espuma
donde murieron las risas
recuerdas el último abrazo
oh nada de angustias
ríe en el pañuelo llora a carcajadas
pero cierra las puertas de tu rostro
para que no digan luego
que aquella mujer enamorada fuiste tú

te remuerden los días
te culpan las noches
te duele la vida tanto tanto
desesperada ¿adónde vas?
desesperada ¡nada más!

Alejandra Pizarnik,
en "La última inocencia"

martes, 2 de marzo de 2010

Dormir al sol (fragmento)

.
.
...
-Tiene que elegir.

... -No entiendo -le aseguré.
... -Por una vez lo justifico -respondió amablemente.
... De nuevo se tapó la cara con las manos y guardó un silencio tan largo que me impacienté. Pregunté:
... -¿Por qué, doctor?
... -¿Recuerda lo que decía Descartes? ¿No? Cómo se va a acordar si nunca lo ha leído. Descartes pensaba que el alma estaba en una glándula del cerebro.
... Dijo un nombre que sonó como pineral o mineral. Pregunté:
... -¿El alma de mi señora?
... Puso tanto fastidio en su respuesta, que me desorientó.
... -El alma de cualquiera, mi buen señor. La suya, la mía.
... -¿Cómo se llama la glándula?
... -Olvídela, porque no importa y ni siquiera tiene la función que le atribuyeron.
... -Entonces, ¿para qué la menciona?
... -Descartes no se equivocó en lo principal. El alma está en el cerebro y podemos aislarla.
... -¿Cómo lo sabe?
... Contestó simplemente:
... -Porque la hemos aislado.
... -¿Quiénes?
... -Eso tampoco importa. Lo esencial es que logramos aislar el alma, sacarla si está enferma, curarla fuera del cuerpo.
... Como si me interesara la explicación, pregunté:
... -Mientras tanto, con el cuerpo, ¿qué pasa?
... -Desprovisto de alma, no sufre desgaste, se repone. Apostaría que su señora no volverá a tener esos herpes de labios, que tanto la molestaron.
... "No" pensé. "No puede ser". Pregunté:
... -No me diga que le sacaron el alma a mi señora.
... -Lo que nos movió a intentar el experimento fue la absoluta falta de esperanzas de curarla por la terapéutica habitual.


(Adolfo Bioy Casares :Dormir al sol, 1975)

martes, 16 de febrero de 2010

Alicia en el País de las Maravillas

Capítulo VII
Una merienda de locos (fragmento)

-¿Pero es que no tienen ustedes manera mejor de emplear el tiempo -exclamó Alicia, malhumorada- que malgastarlo en acertijos sin solución?
-¡Ay, querida! Si conocieras al Tiempo tan bien como yo -le dijo el Sombrerero-, no hablarías de malgastar-lo sino de malgastar-le.
-No entiendo lo que quiere usted decir -dijo Alicia.
-¡Pues claro que no entiendes! -exclamó el Sombrerero, echando, displicente, la cabeza hacia atrás-. ¡No me extrañaría que no hubieras hablado ni una sola vez con don Tiempo!
-Puede que no... -le contestó Alicia, con cautela-. Pero le puedo asegurar a usted que en las lecciones de música marco el tiempo con palmadas.
- ¡Ah! ¡Eso lo explica todo! -exclamó el Sombrerero-. ¡Don Tiempo no tolera que le den palmadas! En cambio, si te llevaras bien con él, haría lo que tú le pidieras... Suponte, por ejemplo, que tu reloj marca las nueve, hora del comienzo de las clases en la escuela. Pues bien, no tendrías más que murmurar tus deseos al oído del Tiempo y éste haría que las agujas del reloj corrieran veloces, y en un abrir y cerrar de ojos, ¡la una y media, hora de comer!
- ¡Qué más quisiera! - dijo la Liebre Marcera, relamiéndose los labios de gusto.
- ¡Sería maravilloso! -exclamó Alicia; y después añadió-: lo malo es que no tendría apetito a esa hora, ¿no le parece?
- ¡Pues claro que lo tendrías! -le dijo el Sombrerero-. El reloj se detendría en esa hora y esperaría a que lo tuvieras.
- ¿Así es como se las arregla usted con el Tiempo?- le preguntó Alicia.
El Sombrerero, apesadumbrado, negó con la cabeza.
- ¡Ojalá lo fuera! -dijo-. Pero nos peleamos en el mes de marzo, justamente cuando ésa -y señaló con su cucharilla a la Liebre Marcera- se volvió loca... Fue durante el gran concierto ofrecido por la Reina de Corazones... (...)
- Y desde aquel día -continuó diciendo el Sombrerero con su triste voz-, el Tiempo no quiere saber nada conmigo y se ha detenido para siempre en las seis de la tarde.


Lewis Carrol

lunes, 8 de febrero de 2010

Danza aérea

.
.
...
Su cuerpo giraba libremente. Ligera como el algodón, sus movimientos se sucedían unos a otros sin fin, entrelazándose, formando espirales y círculos en el aire.

... Su danza era tan suave que no se sabía con certeza cuáles eran sus límites. Crecía, disminuía y mutaba al compás del baile, y adquiría reflejos iridiscentes cuando era iluminada por el sol poniente.
... Sus compañeras la acompañaban perfectamente, formando un grupo armonioso. Su expresividad aumentaba la naturalidad del ambiente, y sus movimientos se aceleraban más y más a medida que pasaba el tiempo.
... Suavemente fue elevándose. Bajo ella llovía. Lentamente, llegando al éxtasis de su danza aérea, se fue desvaneciendo hasta desaparecer en el aire.

viernes, 5 de febrero de 2010

Bowtruckle

El bowtruckle es un guardián de árboles que se encuentra principalmente en el oeste de Inglaterra, el sur de Alemania y algunos bosques escandinavos. Es muy difícil divisarlos, ya que son pequeños; aparentemente están hechos de corteza y ramitas, y tienen dos pequeños ojos de color castaño.
El bowtruckle, que come insectos, es una criatura pacífica y muy reservada, pero, si atacan el árbol donde vive, no es raro que salte sobre el leñador o trabajador forestal que intente dañar su hogar y trate de arrancarle los ojos con sus dedos largos y puntiagudos. El ofrecimiento de unas cochinillas aplacará al bowtruckle lo suficiente para que un mago o una bruja puedan sacar madera de varita de árbol.


Newt Scamander,
en "Animales Fantásticos y dónde encontrarlos"

Augurey

(también conocido como "fénix irlandés")
El augurey es nativo de Gran Bretaña e Irlanda, pese a que algunas veces aparece en otros lugares del norte de Europa. Es un pájaro de aspecto delgado y apesadumbrado, y su plumaje es negro verdoso; se diría que parece un buitre pequeño y desnutrido. Es sumamente tímido, anida en zarzas y espinos, y come insectos grandes y hadas. Vuela sólo cuando llueve mucho; si no, permanece escondido en su nido, que presenta forma de lágrima.
El augurey tiene un canto bajo y tembloroso característico; antes se pensaba que presagiaba la muerte. Los magos evitaban sus nidos por miedo a escuchar ese sonido desgarrador, y se cree que más de uno sufrió un ataque al corazón al pasar por un matorral y oír el lamento de un augurey que no había visto. Sin embargo, una investigación más minuciosa reveló que este animal simplemente canta cuando percibe que se aproxima la lluvia. Desde entonces, el augurey está de moda como recurso casero para predecir el tiempo, aunque muchos consideran que el incesante quejido que emite durante los meses de invierno es difícil de soportar. Sus plumas no sirven para escribir porque repelen la tinta.


Newt Scamander,
en "Animales Fantásticos y dónde encontrarlos"

miércoles, 3 de febrero de 2010

Frivolidades

Zapatos (bellísimos) con 10 centímetros de taco. Elegancia. Vanidad. Soberbia. Dominio. Molestia... (dolor) (Dolor). Hay que seguir caminando sin perder la compostura (DOLOR).
Hola, ¿sabés dónde queda la calle Zabala? Es la siguiente. Muchas gracias. (Si tengo que seguir caminando con estos zapatos voy a asesinar a alguien) (Una cuadra más...) (¿Eso es una calle en bajada? Me quiero morir.) (¿Quién me manda a mí a ponerme estos zapatos?) (¡Ah! Ahí está el edificio que busco.) (16º A, 16º A... Ah, si, acá está.) Hola, bla, bla, bla (quiero que me amputen los pies.) Ahí te abren. Gracias. (¿Dónde está el maldito ascensor?) (Ahí está...) (Por fin, sola... así puedo mirarme los pies...) (¡Tengo estigmas! Y no tengo más ampollas porque no me quedan más lugares disponibles.) (Uh, ya llegué al piso 16) (Perfecto,ya no puedo caminar) (A ver, el departamento A... acá) Rinnngg (Bueno, ¿cuando me van a abrir?) (Yo cuento hasta diez, toco de nuevo el timbre y si no me abren me voy a la mierda.) (Ahí abren, por fin...) Hola, bla, bla, bla (quiero meter los pies en una palangana) Tenés que llenar esta solicitud y bla, bla, bla (me importa un carajo lo que me estás diciendo) Listo, ya llené el formulario. Bueno, muchas gracias. (Por fin, salí de ahí) (Ah, que bien, ahora me duelen mucho más que antes los pies, si es que ese dolor es posible...) (Ahora, al ascensor de vuelta) (16, 14, matenme... 4, 2, PB) (A buscar el colectivo) (La puta madre, está a 7 cuadras.) (Si viniera un asesino serial y me dijera: -te llevo; le diría que si, con tal de no tener que caminar más) (¿Dónde habrá un kiosco? Quiero comprar Curitas.) (Allá hay uno) Hola, ¿tenés Curitas?. Si. ¿Cuánto está la caja?. $3. (Que ladrona de mierda). Bueno, dame una caja. Chau, gracias. (Tengo que buscar un lugar medio desolado para quedarme en patas y ponerme las curitas) (Bueno, justo hoy se les ocurre a todos los encargados de edificio salir a boludear a la puerta) (Bah, ya me cansé, yo me saco los zapatos en esta esquina y si a alguien no le gusta, que se joda. Total, la que tiene los pies destruidos soy yo) (Ah, pero se me hicieron mierda, estoy sangrando... y todavía me quedan cinco cuadras) (En fin, ya me puse las curitas, espero no morir antes de llegar a la parada de colectivo) (¿No puede venir un metalero con su moto y llevarme a mi casa?) (Encima tengo $4 miserables.) (Bueno, apenas me bajo del colectivo tiro los zapatos al medio de la avenida) (Si un tipo me llega a decir algo ahora, le pateo las bolas.) (Ahí está la parada del colectivo) (Ahí viene el condenado colectivo.) (Ojalá que haya asientos libres y que no sean los de adelante, porque siempre se sube una vieja y hay que dárselo...).

Última voluntad

.
.
...
Un instante falta, sólo un instante

y quedará el silencio de mi voz
flotando entre ustedes, cortante cual hoz,
dictando firme mi última voluntad.

... Nunca se angustien por mi ausencia eterna:
seré como una estrella, que a la noche
brilla, pero de día oculta queda
observando desde abismos infinitos.

... Entrego a la madre tierra mis restos
y a los corazones gentiles mis bienes,
porque ellos son los que recuerdan siempre.

... Mi memoria custodiada será por
aquellos que se atrevan a valorar
la vida como yo valoré la muerte.

Los formales y el frío

Quién iba a prever que el amor...........ese informal
se dedicara.........a ellos tan formales

mientras almorzaban por primera vez
ella muy lenta y él no tanto
y hablaban con sospechosa objetividad
de grandes temas en dos volúmenes
su sonrisa..........la de ella
era como un augurio o una fábula
su mirada..........la de él..............tomaba nota
de cómo eran sus ojos...........los de ella
pero sus palabras.........las de él
no se enteraban de esa dulce encuesta

como siempre...........o como casi siempre
la política condujo a la cultura
así que por la noche concurrieron al teatro
sin tocarse una uña o un ojal
ni siquiera una hebilla o una manga
y como a la salida hacía bastante frío
y ella no tenía medias
sólo sandalias por las que asomaban
unos dedos muy blancos e indefensos
fue preciso meterse en un boliche

y ya que el mozo demoraba tanto
ellos optaron por la confidencia
extra seca y sin hielo por favor
cuando llegaron a su casa...........la de ella
ya el frío estaba en sus labios..........los de él
de modo que ella.............fábula y augurio
le dio refugio y café instantáneos

una hora apenas de biografía y nostalgias
hasta que al fin sobrevino un silencio
como se sabe en estos casos es bravo
decir algo que realmente no sobre

él probó...............sólo falta que me quede a dormir
y ella probó............por qué no te quedas
y él...........no me lo digas dos veces
y ella.............bueno por qué no te quedas
de manera que él se quedó...........en principio
a besar sin usura sus pies fríos............los de ella
después ella besó sus labios.............los de él
que a esa altura ya no estaban tan fríos
y sucesivamente así
...............................................mientras los grandes temas
dormían el sueño que ellos no durmieron.


Mario Benedetti,
en Poemas de Otros (1973)

Diario de un Paranoico (fragmento)

.
.
...
13 de julio:

.......... Odio mi vida. Y me odio a mí mismo por no poder cambiarla. ¿De dónde me vendrá esta desazón? ¿Tal vez de mi inconformismo? ¿Quizá de mi agotamiento? ¿O de mi propia cobardía, esa cobardía que me inhibe ante la sola mirada de un desconocido, que me impide iniciar una simple conversación y entablar amistades siquiera ocasionales?
.......... Ninguno de los actos de mi vida están basados en la seguridad del carácter que suele tenerse ante la mínima toma de decisiones. Tal vez esta inseguridad venga de la mano de la endeblez de mi cuerpo. Soy demasiado flaco. Soy torpe de movimientos. No me gusta mi imagen. No me gusta mi cuerpo. Odio mi cuerpo. Odio todo lo referido a mi persona.
.......... Y odio a mi familia. Odio la forma en la que me tratan, como si todavía fuera un chico. me dominan sin importarles qué es lo que opino, siento o quiero. Y lo peor es que me dejo. Y cuando intento rebelarme, enojarme siquiera, ante esa forma de abuso, ellos se enojan a su vez conmigo. En esos momentos los odio con toda mi alma, y si los viera muertos no me importaría. Y eso me asusta, el verme sin sentimientos, frío por dentro como si estuviera muerto, como si nadie en el mundo mereciera mi afecto. Y entonces me siento solo, y lloro en la oscuridad de mi habitación, pero la angustia no se va, y me siento vacío, me siento frío, me siento morir...


(Nicolás Molina Campos: Diario de un Paranoico, 1971)

sábado, 30 de enero de 2010

Montaña

.
.
...
Desintoxicante natural. Fuente de tranquilidad y serenidad para todo aquel que se entregue a la naturaleza.
... Caminata lenta, pausada, observando el paisaje maravilloso, alimento de la meditación intrapersonal, conocimiento interior, encuentro con el Ser.
... Senderos infinitos hacia el centro natural. Aire puro, agua helada.
... Aislamiento voluntario, paz invasora, mente en blanco...
... Om.

martes, 26 de enero de 2010

La dama del alba (fragmento)

PEREGRINA. -Ayer no sabías aún que estabas enamorada...
ADELA. -¿Es esto el amor?
PEREGRINA. - No, eso es el miedo de perderlo. El amor es lo que sentías hasta ahora sin saberlo. Ese travieso misterio que os llena la sangre de alfileres y la garganta de pájaros.
ADELA. - ¿Por qué lo pintan tan feliz si duele tanto? ¿Usted lo ha sentido alguna vez?
PEREGRINA. - Nunca. Pero casi siempre estamos juntos. ¡Y como os envidio a las que podéis sentir ese dolor que se ciñe a la carne como un cinturón de clavos pero que ninguna quisiera arrancarse!
ADELA. - El mío es peor. Es como una quemadura en las raíces..., como un grito enterrado que no encuentra salida.
PEREGRINA. - Quizá. Yo del amor no conozco más que las palabras que tienen alrededor y ni siquiera todas. Sé que por las tardes, bajo los castaños, tiene dulces las manos y una voz tranquila. Pero a mí sólo me toca oír las palabras desesperadas y últimas. Las que piensan con los ojos fijos las muchachas abandonadas cuando se asoman a los puentes de niebla..., las que se dicen dos bocas crispadas sobre la misma almohada cuando la habitación empieza a llenarse con el olor del gas... Las que estabas pensando tú en voz alta hace un momento.

Alejandro Casona

viernes, 22 de enero de 2010

Caricia perfecta

No hay caricia más perfecta que el leve roce de una mano de ocho dedos, afirman aquellos que en lugar de elegir a una mujer, optan por entrar solos y desnudos al Cuarto de las Arañas.

Ana María Shua.

jueves, 21 de enero de 2010

Cementerio de Animales (fragmentos)

"Entonces, si Cristo rescató a Lázaro de entre los muertos", había dicho ese compañero, "por mí, perfecto. Si hay que tragárselo, me lo trago. Quiero decir, puedo aceptar el concepto de que el feto de un gemelo a veces puede tragarse el feto del otro in utero, como una especie de caníbal, y veinte o treinta años después le crecen dientes en los testículos o en los pulmones como testimonio de aquel crimen, y si puedo aceptar eso creo que puedo aceptar cualquier cosa. Pero quiero ver el certificado de defunción... ¿entienden? No cuestiono que Lázaro haya salido de la tumba. Pero quiero ver el certificado de defunción original. Soy como Tomás cuando dice que sólo creerá que Jesús ha subido al cielo cuando pueda ver los agujeros de los clavos de la cruz, y tocar la herida. Por lo que a mí respecta, él era el verdadero médico del grupo, no Lucas."



Probablemente sea un error creer que haya límites al horror que puede experimentar la mente humana. Por el contrario, parece como si empezara a funcionar un efecto exponencial a medida que se espesa la oscuridad; por poco que a uno le guste admitirlo, la experiencia humana tiende, en muchos modos, a la idea de que, en una pesadilla, el horror engendra el horror, un mal crea otros males, más deliberados, hasta que al fin lo negro parece cubrirlo todo. Y la pregunta más terrorífica de todas podría ser cuánto horror puede soportar la mente humana. Por supuesto que esos hechos tienen su propia dosis de absurdo. En cierto punto, todo empieza a volverse más bien cómico. Ese puede ser el punto en el que la cordura empieza a salvarse a sí misma o a resquebrajarse; ese punto en el que el sentido del humor vuelve por sus fueros.

Stephen King.

martes, 12 de enero de 2010

Tu secreto

¡De todo te olvidas! Anoche dejaste
aquí, sobre el piano, que ya jamás tocas,
un poco de tu alma de muchacha enferma:
un libro vedado, de tiernas memorias.

Íntimas memorias. Yo lo abrí, al descuido,
y supe, sonriendo, tu pena más honda,
el dulce secreto que no diré a nadie:
a nadie interesa saber que me nombras.

…Ven, llévate el libro, distraída, llena
de luz y de ensueño.Romántica loca…
¡Dejar tus amores ahí, sobre el piano!...
De todo te olvidas, ¡cabeza de novia!

Evaristo Carriego
escritor argentino
(1883-1912)

El Incendio (I)

.
.

...
Nunca se supo la razón. Simplemente había sucedido. No quedaba nada que pudiera dar pistas sobre el origen del fuego. Todo quedó en el más absoluto misterio.

... No obstante, el pueblo fue reconstruido. Se repobló con gente de localidades vecinas, quienes construyeron sus casas y sus edificios públicos con mucha velocidad.
... Al cabo de varios meses se podían ver las calles arboladas que corrían enfrente de las nuevas viviendas de ladrillo, madera, piedra y cemento en diversas proporciones, lo que hacía de aquel un pueblo bastante pintoresco, con las montañas de fondo y el río en el extremo sur de la localidad.
... Los campos fueron cultivados de nuevo, y hubo quienes dijeron que el suelo, luego del incendio, se había enriquecido con las cenizas, y creían que eso daría como resultado una cosecha veloz y abundante. Las huertas dieron tantos frutos que pronto las despensas se llenaron de frascos de conservas y mermeladas.
... El pueblo se iba haciendo popular en la zona, y fue elegido como sede para el próximo festival regional que iba a realizarse en tres meses. En esta festividad, se exponían los mejores frutos y productos de la comarca, se realizaban eventos populares de danza y baile, y se entregaban premios a los mejores en su rubro.
... Un mes antes de la fecha de inicio del festival, una luz extraña bailó en la medianoche frente a la casa de Ismael Carrigan.

viernes, 8 de enero de 2010

La sirena varada (fragmento)

RICARDO.- ¿Quién te trajo aquí? (Silencio.) ¿No quieres contestarme?
SIRENA.- No me hagas sufrir...
RICARDO.- ¿Pero no ves que yo sufro también? Te quise al principio porque parecías un sueño, y ahora me da miedo pensar que de verdad no seas más que un sueño y que te desvanezca la luz. Y es que te quiero... ¡Te quiero como no me imaginaba capaz de querer a nadie, con toda la fuerza de mis entrañas! Pero, ¿quién eres?, ¿cómo eres de verdad?

Alejandro Casona.
Escritor español.
(1903-1965)