sábado, 30 de enero de 2010

Montaña

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Desintoxicante natural. Fuente de tranquilidad y serenidad para todo aquel que se entregue a la naturaleza.
... Caminata lenta, pausada, observando el paisaje maravilloso, alimento de la meditación intrapersonal, conocimiento interior, encuentro con el Ser.
... Senderos infinitos hacia el centro natural. Aire puro, agua helada.
... Aislamiento voluntario, paz invasora, mente en blanco...
... Om.

martes, 26 de enero de 2010

La dama del alba (fragmento)

PEREGRINA. -Ayer no sabías aún que estabas enamorada...
ADELA. -¿Es esto el amor?
PEREGRINA. - No, eso es el miedo de perderlo. El amor es lo que sentías hasta ahora sin saberlo. Ese travieso misterio que os llena la sangre de alfileres y la garganta de pájaros.
ADELA. - ¿Por qué lo pintan tan feliz si duele tanto? ¿Usted lo ha sentido alguna vez?
PEREGRINA. - Nunca. Pero casi siempre estamos juntos. ¡Y como os envidio a las que podéis sentir ese dolor que se ciñe a la carne como un cinturón de clavos pero que ninguna quisiera arrancarse!
ADELA. - El mío es peor. Es como una quemadura en las raíces..., como un grito enterrado que no encuentra salida.
PEREGRINA. - Quizá. Yo del amor no conozco más que las palabras que tienen alrededor y ni siquiera todas. Sé que por las tardes, bajo los castaños, tiene dulces las manos y una voz tranquila. Pero a mí sólo me toca oír las palabras desesperadas y últimas. Las que piensan con los ojos fijos las muchachas abandonadas cuando se asoman a los puentes de niebla..., las que se dicen dos bocas crispadas sobre la misma almohada cuando la habitación empieza a llenarse con el olor del gas... Las que estabas pensando tú en voz alta hace un momento.

Alejandro Casona

viernes, 22 de enero de 2010

Caricia perfecta

No hay caricia más perfecta que el leve roce de una mano de ocho dedos, afirman aquellos que en lugar de elegir a una mujer, optan por entrar solos y desnudos al Cuarto de las Arañas.

Ana María Shua.

jueves, 21 de enero de 2010

Cementerio de Animales (fragmentos)

"Entonces, si Cristo rescató a Lázaro de entre los muertos", había dicho ese compañero, "por mí, perfecto. Si hay que tragárselo, me lo trago. Quiero decir, puedo aceptar el concepto de que el feto de un gemelo a veces puede tragarse el feto del otro in utero, como una especie de caníbal, y veinte o treinta años después le crecen dientes en los testículos o en los pulmones como testimonio de aquel crimen, y si puedo aceptar eso creo que puedo aceptar cualquier cosa. Pero quiero ver el certificado de defunción... ¿entienden? No cuestiono que Lázaro haya salido de la tumba. Pero quiero ver el certificado de defunción original. Soy como Tomás cuando dice que sólo creerá que Jesús ha subido al cielo cuando pueda ver los agujeros de los clavos de la cruz, y tocar la herida. Por lo que a mí respecta, él era el verdadero médico del grupo, no Lucas."



Probablemente sea un error creer que haya límites al horror que puede experimentar la mente humana. Por el contrario, parece como si empezara a funcionar un efecto exponencial a medida que se espesa la oscuridad; por poco que a uno le guste admitirlo, la experiencia humana tiende, en muchos modos, a la idea de que, en una pesadilla, el horror engendra el horror, un mal crea otros males, más deliberados, hasta que al fin lo negro parece cubrirlo todo. Y la pregunta más terrorífica de todas podría ser cuánto horror puede soportar la mente humana. Por supuesto que esos hechos tienen su propia dosis de absurdo. En cierto punto, todo empieza a volverse más bien cómico. Ese puede ser el punto en el que la cordura empieza a salvarse a sí misma o a resquebrajarse; ese punto en el que el sentido del humor vuelve por sus fueros.

Stephen King.

martes, 12 de enero de 2010

Tu secreto

¡De todo te olvidas! Anoche dejaste
aquí, sobre el piano, que ya jamás tocas,
un poco de tu alma de muchacha enferma:
un libro vedado, de tiernas memorias.

Íntimas memorias. Yo lo abrí, al descuido,
y supe, sonriendo, tu pena más honda,
el dulce secreto que no diré a nadie:
a nadie interesa saber que me nombras.

…Ven, llévate el libro, distraída, llena
de luz y de ensueño.Romántica loca…
¡Dejar tus amores ahí, sobre el piano!...
De todo te olvidas, ¡cabeza de novia!

Evaristo Carriego
escritor argentino
(1883-1912)

El Incendio (I)

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Nunca se supo la razón. Simplemente había sucedido. No quedaba nada que pudiera dar pistas sobre el origen del fuego. Todo quedó en el más absoluto misterio.

... No obstante, el pueblo fue reconstruido. Se repobló con gente de localidades vecinas, quienes construyeron sus casas y sus edificios públicos con mucha velocidad.
... Al cabo de varios meses se podían ver las calles arboladas que corrían enfrente de las nuevas viviendas de ladrillo, madera, piedra y cemento en diversas proporciones, lo que hacía de aquel un pueblo bastante pintoresco, con las montañas de fondo y el río en el extremo sur de la localidad.
... Los campos fueron cultivados de nuevo, y hubo quienes dijeron que el suelo, luego del incendio, se había enriquecido con las cenizas, y creían que eso daría como resultado una cosecha veloz y abundante. Las huertas dieron tantos frutos que pronto las despensas se llenaron de frascos de conservas y mermeladas.
... El pueblo se iba haciendo popular en la zona, y fue elegido como sede para el próximo festival regional que iba a realizarse en tres meses. En esta festividad, se exponían los mejores frutos y productos de la comarca, se realizaban eventos populares de danza y baile, y se entregaban premios a los mejores en su rubro.
... Un mes antes de la fecha de inicio del festival, una luz extraña bailó en la medianoche frente a la casa de Ismael Carrigan.

viernes, 8 de enero de 2010

La sirena varada (fragmento)

RICARDO.- ¿Quién te trajo aquí? (Silencio.) ¿No quieres contestarme?
SIRENA.- No me hagas sufrir...
RICARDO.- ¿Pero no ves que yo sufro también? Te quise al principio porque parecías un sueño, y ahora me da miedo pensar que de verdad no seas más que un sueño y que te desvanezca la luz. Y es que te quiero... ¡Te quiero como no me imaginaba capaz de querer a nadie, con toda la fuerza de mis entrañas! Pero, ¿quién eres?, ¿cómo eres de verdad?

Alejandro Casona.
Escritor español.
(1903-1965)