viernes, 29 de julio de 2011

Nunca apuestes tu cabeza al diablo (Fragmento)

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... Con tal que las costumbres de un autor sean puras y castas -dice don Tomás de las Torres en el prefacio a sus Poemas amatorios-, importa muy poco que no sean igualmente severas sus obras. Presumimos que don Tomás ha de estar ahora en el purgatorio a causa de su afirmación. Sería bueno tenerlo allí, desde un punto de vista de justicia poética, hasta que sus Poemas amatorios se agoten o empiecen a acumular polvo en las bibliotecas por falta de lectores. Toda ficción debería tener una consecuencia moral; y lo que es más, los críticos han descubierto que no hay ficción que no la tenga. Hace ya tiempo, Felipe Melancthon escribió un comentario de la Batracomiomaquia, probando que lo que el poeta quería era volver odiosas las sediciones. Pierre La Seine, dando un paso adelante, mostró que la verdadera intención consistía en recomendar a los jóvenes la temperancia en la comida y la bebida. Jacobus Hugo, por su parte, quedó convencidísimo de que, en Euenis, Homero insinuaba la persona de Calvino; que Antinoo era Martín Lutero; los lotófagos, los protestantes en general, y las arpías, los holandeses. Nuestros escoliastas modernos son igualmente agudos. Estos señores demuestran la existencia de un sentido oculto en Los antediluvianos, de una parábola en Powhatan, de nueve ideas en Arrorró mi niño y del trascendentalismo en Pulgarcito. En resumen, se ha demostrado que ningún hombre de este mundo puede sentarse a escribir sin un profundísimo designio. Con esto, los autores se ahorran muchas preocupaciones. Un novelista, por ejemplo, no necesita preocuparse de las consecuencias morales, pues allí están -vale decir, están en alguna parte de su libro-, y tanto ellas como los críticos pueden arreglarse solos. Cuando llegue el momento oportuno, todo lo que dicho caballero se proponía y todo lo que no se proponía asomará a la luz, sea en el Dial o en el Down Easter, conjuntamente con aquello que debería haberse propuesto y aquello que claramente intentó proponerse; vale decir que todo se arreglará muy bien al final.

(Edgar Allan Poe, Never bet the Devil your head, 1841)

martes, 26 de julio de 2011

Ponga un tigre en su tanque (fragmento)

El amor siempre empieza afuera. El amor, al principio, está en los otros, en los cuerpos de los otros, guardado allí como en una caja secreta, como en un cofre sellado. Y es cuestión de ir a buscarlo, de probar la llave del tacto, de sacarlo a fuerza de ojos y de piel y de palabras. En cierto modo tenés que arrancarlo de allí, pero también en cierto modo te lo tienen que regalar, tienen que decirte tomalo, aquí lo tenés, hacé con él lo que quieras, mordelo, pinchalo, quemalo, tiralo al incinerador, ponételo en el ojal que es un jazmín perfumado, dejalo volar que es una mariposa loca, comételo pronto que es una manzana de Río Negro y si la dejás pasar se pudre, peinalo que es una cabellera larguísima, enterralo que es un pequeño cadáver maloliente, rezale que sino se puede quedar en el purgatorio.

Sí, el amor empieza siempre afuera. Pero se termina adentro. Está en los otros y cuando viene a injertarse en vos crece y florece y al final se agosta, se muere de lástima o de cansancio o de aburrimient, se deshoja, se marchita, se pone todo todito mustio y por último se va con el primer soplo de viento, sin ruido, como polvo.

Y el amor que el propio cuerpo de uno tiene adentro también se va, se va a injertarse y a crecer y a florecer en cuerpos ajenos, y allí también, al fin, se muere. Nadie merece que se diga de él que vivió un amor eterno. Los que no tienen fuerza para aceptar lo efímero no pueden saber lo que es la eternidad.


En Guía de pecadores, Eduardo Gudiño Kieffer.
Dicen que el ritual ha comenzado. Que las libélulas sagradas ya están tatuando a las guerreras, futuras sacerdotisas, en lo profundo del bosque.
Y dicen que eso es bueno.
-Que haya más guardianas de lo ancestral siempre es bueno- dicen.
Las hadas llevan ese mensaje por los caminos. Por los pasos de agua. Se lo cuentan a todas las mujeres que encuentran para darles la oportunidad.
-Transfórmate en diamante viviente tú también- van diciendo-. Ven a convertirte en diosa...


En Cuaderno de Sueños de Ciruelo.

lunes, 25 de julio de 2011

Leo

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... Está bien, no diré nada. Agradezco haber recobrado mi empleo. Aunque más que yo agradecerles, ellos deberían agradecerme a mí el haber aceptado su petición de que regresara (aunque más que petición fue un ruego encarecido...) Ya era hora de que reconozcan el valor de mi labor, y que no se me puede reemplazar así como así por cualquiera que pase por ahí. Pero es que... ¿Ustedes leyeron el horóscopo anterior? ¿No era francamente un desastre? Y estoy siendo amable... Ese pedazo de papel con tinta (porque no puede aspirar a otra cosa) vale menos que nada, si eso es posible. Ese mamarracho carece de la calidad y del cientificismo que caracterizan a mi trabajo, al fruto de años de estudios universitarios por los que atravesé para por fin darle nacimiento a un horóscopo que valga la pena, que sea objetivo y que responda a las exigencias del hombre y de la mujer de hoy, que necesitan algo que los empuje cuando están cansados del ir y venir diario a que los obligan sus ocupaciones. Ésa es mi causa, eso es por lo que yo lucho, y bastó que me echaran un mes para que se dieran cuenta del valor de esto. Por suerte reaccionaron antes de que un loquito analfabeto los arrastrara a la bancarrota. Así que bueno: he vuelto, y no voy a ponerme a defenestrar a quienes permitieron que se pasara por todo esto. Ellos saben quiénes son, y espero con todo mi corazón que no vuelva a suceder.
... Ahora sí, vamos a ponernos a trabajar para ustedes.
... Leo es un gran signo estable y de fuego. Esto hace que los leoninos tengan un carácter que no suele variar sino que se mantiene constante aún en situaciones extremas. Al ser un signo de fuego, quienes pertenezcan a este signo serán impetuosos, arrojados e impulsivos, acompañados de la fuerza y la valentía típicas del león que da nombre a este signo.
... La creatividad es un rasgo característico de este signo. Los leoninos suelen explotar esta faceta con gran placer. Hay grandes artistas, reconocidos mundialmente, nacidos bajo este signo, tales como Alfred Hitchcock, Andy Warhol y Tarja Turunen. De todas formas, suele haber excepciones y suceden casos en que los leoninos fracasan en todas sus incursiones artísticas, como usted.
... OCUPACIONES Y NEGOCIOS: Deberá elegir entre una de estas opciones:
............. 1) Tomarse un año sabático de su trabajo y comenzar el año siguiente en otro lugar y desde cero o
............. 2) Ser despedido de su trabajo, salir por la puerta de atrás y comenzar el año siguiente en otro lugar y desde cero.
... AMOR: ¿Lo qué?
... SALUD: Sea positivo y piénselo así: mejorará, ya que estar peor es imposible.
... SORPRESA: Logra ser la primera persona en la historia del universo a la que le queda bien una prenda amarilla.
... METAL: Cualquiera.
... PIEDRA: Ágata gris-verdosa (Uy, como tus ojos, preciosa... ¿Alguna vez te dijeron que sos la mujer más linda del mundo? ¿Podría invitarte a cenar? ¿Y un café? ¿Una galletita? Pará, vení... ¡Che, no te vayas...! ¡Pará que no... puedo... corr...! La reput... Socorro... aire... aire... ai...)
... COLOR: Azulado.

viernes, 8 de julio de 2011

De Lewis Carroll a Gertrude

Christ Church, Oxford, 28 de octubre de 1876

Mi querida Gertrude:
Sentirás pena, sorpresa y asombro al enterarte de la rara enfermedad que sufrí después de que te fuiste. Mandé llamar al médico y le pedí que me diera algún remedio, pues estaba cansado. Me dijo. “¡Pamplinas! Usted no necesita remedios. Métase en la cama”. Le dije: “No, no es la clase de fatiga que necesita reposo. Siento cansancio en la cara”. Puso cara levemente grave y dijo: “Ah, es la nariz. Tal vez haya metido las narices donde no debe”. Le dije: “No, no es la nariz. Tal vez sea el cabello”. Puso cara más grave y dijo: “Ahora entiendo, usted tiene los cabellos de punta”. “De ninguna manera –le dije-, y no es precisamente el cabello. Es más cerca de la nariz y la garganta”. Puso cara aún de más grave, y dijo: “¿Tendrá a alguien atravesado en la garganta?”. Le dije que no. “Bien –dijo él-, me intriga muchísimo. ¿No serán los labios?”. “¡Desde luego! –dije- ¡Exactamente!”

Entonces puso cara gravísima, y dijo: “Creo que usted ha dado demasiados besos”. “Bien –dije-, le di un beso a una niña, una amiguita mía.” “Piense de nuevo –dijo él- ¿está seguro de que fue uno solo?” Pensé de nuevo, y dije: “Quizás hayan sido once”. Entonces el médico dijo: “No debe darle más hasta que sus labios hayan descansado”. “Pero ¿qué haré? –le dije. Verá usted, le debo ciento ochenta y dos más”. Entonces puso una cara tan grave que las lágrimas le humedecieron las mejillas, y dijo: “Se los puede enviar en una caja”. Y recordé una caja que una vez compré en Dover, pensando que un día se la daría a una niña. Así que he empacado los besos con mucho cuidado. Cuéntame si han llegado sanos y salvos o si algunos se perdieron en el camino.




viernes, 1 de julio de 2011

Comida "a la carta"

(El joven que entra por primera vez en un "restaurant")
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... Aquel jovencito rubio del pelo rizado entró en el restaurant pisando tan fuerte, mirando al público con tanta insolencia y con un gesto despectivo tan marcado, que nada más verle pensé:
... -Este come hoy por primera vez fuera de su casa.
... Y como yo había encendido un cigarro y me aburría, me dediqué a observar a aquel joven.
... Pasaron diez minutos antes de que se resolviese a elegir mesa. Por fin, se sentó. Conservaba su aire autoritario y soberbio. Tosió fuerte sin tener ganas; miró la hora en su reloj, a pesar de que se hallaba enfrente de un ventanal por el que se veía un inmenso reloj de torre; contempló, levantando la ceja izquierda, a una dama, muy linda, que ocupaba la mesa finítima, y como le faltó valor para sostener la mirada de la dama, disimuló, pasando a inspeccionarse detenidamente las uñas.
... La dama sonrió un poco como la Gioconda, y lanzó hacia mí una mirada que quería decir:
... -¿Ha visto usted qué tipo tan gracioso?
... Y yo le devolví una mirada, que debía traducirse por:
... -Sí, señora. No le pierda usted de vista, que nos vamos a reír.
... El camarero se acercó al joven rubio y preguntó:
... -¿El señor?...
... El joven, al oírse llamar "señor" de un modo tan respetuoso, se arregló la corbata y tosió otra vez. Luego exclamó con voz que se oyó perfectamente en las cocinas:
... -¡Tráeme la carta!
... El camarero le llevó la "carta" vertiginosamente, pues su ojo experto había calado también al parroquiano, y detrás de aquel "pinito social" que hacía el joven adivinaba una propina espléndidamente desproporcionada.
... -Señor... Aquí tiene el señor.
... El joven estudió la carta como si fuera el manuscrito de un tratado internacional de paz. De vez en cuando y de reojo, miraba el efecto que su actitud había producido en la dama; después volvía al estudio concentrado.
... -No se está enterando de nada -me decía yo por dentro, con inefable regocijo.
... Efectivamente, al rato murmuró:
... -Pues tráeme...
... Y leyó la carta de cabo a rabo nuevamente.
... El camarero aguardaba con su carnet en la mano izquierda y su lápiz en la derecha.
... La voz del joven se hizo imperceptible, para pedir por fin:
... -Tráeme un par de huevos fritos y media ración de bistec con patatas.
... Y miró a su alrededor súbitamente ruborizado.
... -Va perdiendo el aplomo -pensé- porque, ante la ausencia de los precios en la lista, teme no llevar dinero bastante para pagar.
... La dama linda seguía espiando al joven, y en sus ojos leí que pensaba lo mismo que yo.
... A partir de aquel momento la posición del joven rubio fué ya violenta, azarosa y torturante. Sentía en su rostro el vaho cálido del ridículo y subía de un modo visible. Sus miradas eran cortas y rápidas; estuvo mucho tiempo con las pupilas clavadas en el centro de su mesa.
... -Le ha hipnotizado el salero -me dije.
... A continuación pareció rehacerse, desdobló la servilleta y se metió una de sus puntas entre la garganta y el cuello planchado, pero al ver que los demás comensales la tenían sobre las rodillas, dió un brusco tirón de la servilleta, la dejó caer en sus piernas y se puso a silbar un tango, examinando un palillo de dientes. Tanto tiempo estuvo examinándole, que pensé:
... -Le va a dar sobresaliente.
... Llegó el camarero. Fué sirviéndole.
... El joven cogió el panecillo con dos dedos de cada mano, dejando de punta, en el aire, los dedos meñiques. No pudo partir el panecillo. Volvió a lanzar miradas rápidas en torno suyo, se ruborizó tres tonos más, partió el pan con el cuchillo y se hizo una cortadura en el dedo pulgar de la mano diestra.
... Fingió que le picaba la mejilla para tener ocasión de subir el dedo hasta la boca y poder chupárselo. Logró cicatrizarse la cortadura.
... Entonces resolvió atacar los huevos fritos. Los reventó con un trocito de pan y se salpicó de yema la corbata. Afortunadamente la corbata era amarilla. Así es que después de comprobar que nadie se había dado cuenta de aquel percance, el joven siguió su faena. Partió los huevos fritos con el tenedor y se los comió en pedazos.
... -Se cree que es de mala educación mojar pan en ellos -volví a pensar.
... Efectivamente, cuando el camarero retiró el plato, completamente barnizado de yema, el joven lo vió marchar con melancolía.
... Apareció el bistec, en su posición eterna: es decir, la carne y las patatas, debajo, y arriba, limón.
... La lucha emprendida por el joven para trasladar las patatitas y la carne a su plato, sirviéndose del tenedor y la cuchara, cogidos con una sola mano, fué homérica. De las diecinueve patatitas que constituían la guarnición del bistec, tres cayeron en el plato, nueve en el mantel, una en la manga izquierda del joven, cinco debajo de la mesa y la última dentro de la copa de agua.
... El joven rubio capturó disimuladamente la del mantel, hizo que la de la manga se situase en el plato merced a un ademán rápido, se bebió la que yacía en la copa de agua y puso el pie encima de las que estaban en la alfombra.
... Sudaba de manera ostensible.
... Al partir la carne, como tropezó con esa desproporción habitual de los restaurants y que consiste en que el cuchillo es siempre más blando que la carne o la carne más dura que el cuchillo, sus sufrimientos fueron ya espantosos.
... En un esfuerzo supremo, tiró del bistec. Y lo envió a la mesa de al lado.
... Un caballero se puso de pie con el pedazo de carne en la mano, inquiriendo:
... -Caballeros, ¿a alguno de ustedes se le ha perdido esto?
... El silencio más absoluto siguió a sus honradas palabras. Agregó:
... -Puesto que su dueño no aparece, yo creo que debemos subastarlo.
... Pero la idea no llegó a echar raíces entre la concurrencia. Y el caballero se adjudicó el bistec por el artículo 29.
... El camarero se acercó al joven rubio, que estaba próximo a romper en llanto.
... -¿Postre?...
... -No. He comido demasiado -musitó-. ¿Qué le debo?
... Le ajustaron la cuenta, pagó, dió un duro de propina y se fué.
... Al pasar junto a la dama linda, ocultó el rostro, avergonzado.
... Y yo pensé finalmente:
... -Cuando entró dándose importancia y provocando el comentario burlón de esa mujer, él la miraba pensando que la estaba enamorando. Ahora que al verle inexperto, ella se dejaría enamorar fácilmente, él no se atreve ni a mirarla a los ojos. ¡Ah, experiencia!... ¿Para qué existes, si sólo llegas cuando la vida empieza a despachurrarnos por fuera y por dentro?...
... Y como siempre que, al acabar de comer, se siente uno filosófico, me fuí del restaurant sin acordarme de pagar el gasto hecho.
... Por eso, los filósofos son mirados en todas partes con prevención.

(Enrique Jardiel Poncela: El Libro del Convaleciente, 1945)