viernes, 25 de marzo de 2011

Monstruos

¿Pero cuánto más podríamos resistir con esta tuberculosis espantosa? Y ni siquiera podíamos llamarle tuberculosis, porque según los médicos no era más que un resfriado, pero hace 267 días, 20 horas, 15 minutos y 45 segundos que estábamos "resfriados". ¿Eso era posible?
Y así estábamos, tirados, maltrechos, creyendo en deidades con forma de horribles monstruos carniceros y así era como habían comenzado las alucinaciones... Pero tampoco podíamos llamarle "alucinaciones". Nuestro médico decía que eran absolutamente reales y eso era un hecho que no debía cuestionarse. Entonces, esos eran nuestros días: horas, interminables horas, bebiendo cerveza con monstruos carniceros (con delantal y todo).
A veces, venían amigos a visitarnos. Y eso no estaba mal, porque cambiábamos la cerveza por el whisky. El problema era que nuestros amigos eran vegetarianos y empezaba la trifulca: "¿Cómo puede ser que vivan con estos seres en su casa?", "Vengo a visitarlos porque los extraño pero no para ver a esta lacra que está a favor de la matanza de animales", etc. Pero había otro problema aún mayor: los monstruos solo sabían gruñir para comunicarse. Sin embargo, entendían el dialecto de los vegetarianos y cada tanto, los "carniceros" le tiraban un mordisco amigo al vegetariano enemigo.
Un día decidimos que iríamos todos juntos al médico para que nos soluciones el problema o los problemas: monstruos + resfriado. Cuando llegamos, el médico estaba cortándose las uñas de los pies, lo cual nos pareció muy coherente: hace rato que usaba sandalias que dejaban ver que el doctor desconocía la existencia de ciertos artefactos utilizados para cortar las uñas de los pies.
Apenas nos vio, comenzó a cantar. Después nos escupió los pies y nos dijo que nos retiráramos, que ya estábamos curados, que él ya sabía todo, lo de los monstruos, lo del resfriado, lo de la ropa interior (nunca entendimos a qué se refería con esto último, todos nos habíamos cambiado la ropa interior antes de llegar a su consultorio).
Nos fuimos contentos, con la certeza de que estábamos realmente curados y lo estábamos. No hubo más estornudos, ni pañuelos llenos de mocos invadiendo la casa ni nada de eso. Pero los monstruos no quisieron irse, dijeron que ellos hace rato pagaban los impuestos de la casa porque nosotros solo dormíamos a causa de nuestra gripe. Y que ellos se habían encargado también de cocinar (carne, obvio, nunca se nos ocurrió pedirles ensalada). Y bla bla bla... Les dijimos que se queden, pero que se cambien el delantal porque verlos siempre con ese delantal roñoso nos daba dolor de cabeza.

Pájaros

Pero esas palabras estaban asesinándolo día tras día, porque no había nada que pudiera consolarlo. Todo se le antojaba lejano, aburrido y superficial. Y así pasaban los días y él seguía pensando que los pájaros no eran más que máquinas del futuro que sembraban el terror en su cerebro. Cansado de que el mundo lo tratara como si las cosas fueran tan fáciles. No hay pájaros que no sean terroríficos, no hay mariposas que no masacren multitudes; esos bichos no son inofensivos y el mundo se la pasa pensando que la primavera es lo mejor que puede pasarle.
Quién podría considerar que la primavera ofrece destellos de luz si en el fondo no es más que basura acumulada. No seamos tontos. Ahí no hay nada valorable, todo es usar y tirar y más en la primavera, estación en la que nada vale: ni el amor, ni los pajaritos, ni las malditas mariposas en el estomágo molestando como una especie de fetidez que les hace creer que existe algún tipo de magia... No seamos tontos, ni locos que los pájaros son nada más que eso: máquinas, terribles, que nos atan y nos torturan, eso son los pájaros.

Guía de pecadores (otro fragmento)

Dale, Martita, convencete de que la vieja nunca se equivoca, ella te lo ha enseñado todo en la vida, y quiere para vos lo mejor; dale, dale, sacate de encima la modestia que es gris y no te sienta, sacate la modestia y el slip y el corpiño y mirate, mirate bien, dejá que el espejo te refleje así, toda entera y desnuda toda joven y desnuda toda lindísima y desnuda, tan bien formada, tan armoniosa, tan con lo justo y en su justo sitio: esa cintura estrechita y esas caderas poderosas sin ser exageradas y la comba delicada del vientre con el pellizquito del ombligo y la mancha oscura en el pubis y los muslos largos, esas piernas hechas para que todo el mundo las mire si no fuera porque al Cacho eso lo saca de sus casillas, según él nadie tiene derecho a mirarla, el Cacho dice que... ¡Pero qué tanto pensar en el Cacho! Bastante le regalaste ya ¿no Martita? Te has portado con él como una chica decente, besos y caricias en el cine no Cacho basta por favor no seas malo respetame por lo menos hasta después del casamiento tú me quieres pura tú me quieres blanca y yo quiero hacerte el mejor regalo que merece un hombre: mi virginidad en la hermosa noche de bodas, te prometo ser toda tuya después del himeneo, por favor comprendeme Cacho. Y el Cacho que comprende, cómo no va a comprender si lo que oye es su propia filosofía en labios de ella, cómo no va a comprender pero la carne es débil y entonces, claro, ella tiene que hacer algunas sutiles concesiones, dejar que las manos de él sigan explorándola mientras ella, discretamente, con dedos hábiles (pero sin dejar de masticlar chicle ni de mirar la pantalla donde siempre suceden cosas más interesantes que en la vida) desprende uno a uno los botones de la bragueta hasta que empuña con su manito fría el mango caliente y maniobra mientras el Cacho se contiene, mientras se echa hacia atrás en la butaca y suspira y jadea y cierra los ojos y dice ay ay tan despacito que sólo ella lo oye y al final el espasmo, la explosión silenciosa, el pañuelo, cuidado no me ensuciés, esas cosas que una tiene que hacer para conservar la decencia y el novio al mismo tiempo. Sí, bastante le has concedido, Martita. Demasiado, tal vez, con los hombres nunca se sabe, todos los hombres son iguales.
Eduardo Gudiño Kieffer.

Guía de pecadores (fragmento)

Filosofía del Cacho:
.-Buenos Aires es un manicomio en el que hasta los guardianes están locos.
.-No es que yo no tenga mis ideas propias sobre política, pibe. Lo que pasa es que casi nunca estoy de acuerdo con mis propias ideas.
.-No te vas a creer eso de que el hombre se diferencia del animal por la inteligencia. No: el hombre se diferencia del animal en que el animal no tiene problemas de guita.
.-Cuando mezclo bebidas alcohólicas se me mezclan también las ideas.
.-No me importaría casarme con una judía siempre que ella no fuera racista.
.-Las mujeres dicen que ellas están hechas para aguantar. ¡Como si uno no tuviera que aguantarlas!
.-Para vivir bien en Buenos Aires tenés que pasar el invierno en Salta, el verano en Mar del Plata y el resto del tiempo en la cama.
.-Perder cinco lucas a los burros no me hace nada, pero perder doscientos mangos porque tenía un agujero en el bolsillo me hace morir de bronca.
.-A veces no estoy muy orgulloso de ser hombre, pero me parece que tampoco estaría orgulloso si fuera una vaca.
.-¿Sabés en qué se equivocaron siempre los políticos de acá? En que buscaron que los aplaudieran en lugar de buscar que los entendieran.
.-A mí no me vas a decir que aquí no somos tan libres como en Norteamérica. Allá se puede hablar de Nixon y acá también.
.-Fijate: si no tuvieras un vicio chiquito, digo fumar, tomarse unas copas o irse de farra de vez en cuando: ¿cómo te aguantarías a vos mismo después de los cincuenta años?
.-Yo puedo perdonar cualquier cosa, che, menos que no piensen como yo.
Eduardo Gudiño Kieffer.

martes, 22 de marzo de 2011

Guía de pecadores (fragmento)

(...)
-¿En qué pensás, Martín?
-¿Eh?
-Estás en la luna.
-No, en la selva. Mí Tarzán, tú Jane.
-¿Jugamos?
-Yes. Mí ser hombre mono salvaje y noble de la jungla. Tú Jane, mujer blanca.
-No.
-¿No querer jugar conmigo? Entonces Martín llorar lágrimas de sangre, sniff.
-Jugar sí. No querer ser Jane.
-¿Por qué? Jane buena, hermosa y norteamericana.
-Por eso. No querer ser buena, hermosa y norteamericana como Jane. No querer andar siempre con ropa. Mí querer ser perversa pagana ojos verdes largas uñas coloradas...
-... y sin ropa.
-Claro. Mí ser La, Suma Sacerdotisa de Opar. ¿Estar de acuerdo, Tarzán?
- Sípi.
-Buepenopo.
-¿Mí salvarte de tarmangani libidinoso?
-Nopo. Tú prisionero de Opar y víctima del sacrificio.
-Jad-Bal-Ja venir pronto y salvar a Tarzán.
-Jad-Bal-Ja estar en otro tomo. En este solo Tarzán y La. Cama ser el altar. Yo tener que sacar tu corazón con cuchillo de obsidiana.
-Obsidiana ser azteca, nosotros estar en África.
-Obsidiana importada del teocali de Cholula. Silencio. Tarzán quedar quieto porque estar todo atado.
-Cierto. Esquiusmi, plis. ¿Así?
-Ajá. Tarzán buen muchacho, portarse bien.
-¡Epa! ¿Para qué querer sábana?
-Para hacer túnica de La. Envolver cuerpo: uno, dos, tres, eso es, ya está. ¿Gustarte mucho, Rey de la Selva?
-Gustar mucho, mucho, mucho. Parecer vestido de Manolo Lamarca. ¿Pero no decir que La andar sin ropa?
-Después del sacrificio, cuando alzar corazón caliente de Tarzán a los dioses.
-¿Y entonces por qué sacar mi taparrabos ahora? ¡Despacio, loca!
-Víctima tener que estar toda desnuda entera.
-Víctima cagarse de frío.
-Víctima joderse.
-Suma Sacerdotisa malvada cruel.
-Suma Sacerdotisa prepararse. Caminar lentamente. Haber música sagrada. ¿Escuchar la música sagrada, Tarzán?
-Escuchar gong. ¡Bóóóóiiiing!
-Bien.
-Ahora clavicémbalo.
-No, equivocar épocas. Clavicémbalo ser barroco y nosotros estar en primitiva Africa ruge.
-Perdón. ¿Charango?
-Tampoco. Eso ser folklore.
-¿Bandoneón?
-Eso ser tango. ¡Martín! ¡Estar haciendo trampas! Concentrarse. Escuchar bien. Primero el gong, después...
-...el tam tam. ¡Tam tampatám pan púm!
-Okey. Ahora La, Suma Sacerdotisa de Opar, avanzar lentamente por nave del templo hacia el ara.
-Tarzán sacar músculos para romper ligaduras.
-Todavía no. La cada vez más cerca. Cerca, cerca, cerca. Ahora junto al altar.
-Tarzán contemplar hermosa mujer despiadada. ¡Estirar la mano y arrancar la túnica!
-No importar. La estar en trance. Sacrificio ser todo. Alzar los ojos al cielo, ofrendar el cuchillo, bajar después los ojos y contemplar... ¡Pero Tarzán!
-¿Qué?
-Estar haciendo trampas de nuevo.
-Tarzán no tener la culpa. Ver Suma Sacerdotisa destunicada y sentir cosquillitas allá abajo.
-Su arma ser más poderosa que la mía. Y más linda. ¿Importada como mi cuchillo? ¿Madinusa madininglan madinjapan omadinfrance?
-Industria argentina. De nacimiento. Venir puesta.
-¿Regalo de la mamá de Tarzán? ¡Qué encanto!
-Sí. Aunque no estar seguro si fue Lady Greystoke o Kala. ¡Che, fanática, antropofága, esperá un cachito!
-¿Cómo? ¿No regalar a La, Suma Sacerdotisa de Opar?
-No regalar nada. Recuerdos de mamita no regalarse.
-Tarzán malísimo, antipático, odioso.
-Bueno, entonces prestar un ratito. ¿Sí?
-Sí.
-Dale.
-¿Así?
-Así. Despacito. Así.
Eduardo Gudiño Kieffer.

domingo, 20 de marzo de 2011

The Sound of Silence

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Hello darkness, my old friend,
I've come to talk with you again,
Because a vision softly creeping,
Left its seeds while I was sleeping,
And the vision that was planted in my brain
Still remains
Within the sound of silence.
.
In restless dreams I walked alone
Narrow streets of cobblestone,
'Neath the halo of a street lamp,
I turned my collar to the cold and damp
When my eyes were stabbed by the flash of
a neon light
That split the night
And touched the sound of silence.
.
And in the naked light I saw
Ten thousand people, maybe more.
People talking without speaking,
People hearing without listening,
People writing songs that voices never share
And no one deared
Disturb the sound of silence.
.
"Fools" said I,"You do not know
Silence like a cancer grows.
Hear my words that I might teach you,
Take my arms that I might reach you."
But my words like silent raindrops fell,
And echoed
In the wells of silence.
.
And the people bowed and prayed
To the neon god they made.
And the sign flashed out its warning,
In the words that it was forming.
And the signs said: "The words of the prophets
are written on the subway walls
And tenement halls.
And whisper'd in the sounds of silence".


(Simon & Garfunkel: The Sound of Silence; Wednesday Morning, 3 AM, 1964)

jueves, 10 de marzo de 2011

Examen

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Nunca se imaginó que el origen del asesinato fuese una simple discusión hogareña entre marido y mujer. Rubia, alta, algo modosita, era increíble que fuera capaz de armar una escena de celos de tal magnitud que culminara en semejante desastre. Y lo más sorprendente era la forma en que había comenzado todo:
... -ÉL: (recién llegado del trabajo, agotado): ¿Hiciste la comida?
... -ELLA: (levemente irritada): No. Andate a lo de ésa, si querés comer.
... -ÉL: (perplejo): ¿A lo de quién?
... -ELLA: (sin ocultar su furia): Ya me escuchaste, hijo de puta.
... Y el implacable helicoide que la arrastraría al crimen empezó a girar.

martes, 8 de marzo de 2011

Hamlet (fragmento)

Ser o no ser: esa es la cuestión. Cuál es más digna acción del ánimo, ¿sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta, u oponer los brazos a este torrente de calamidades y darles fin con atrevida resistencia? Morir es dormir. No más. Y con un sueño las aflicciones se acaban y los dolores sin número, patrimonio de nuestra débil naturaleza...
Este es un término que deberíamos solicitar con ansia. Morir es dormir... y tal vez soñar. He aquí el gran obstáculo, porque al considerar que sueños pueden desarrollarse en el silencio del sepulcro, cuando hayamos abandonado este despojo mortal, se siente un motivo harto poderoso para detenerse. Esta es la consideración que hace nuestra infelicidad tan larga, haciéndonos amar la vida. ¿Quién, si esto no fuese, aguantaría la lentitud de los tribunales, la insistencia de los empleados, las tropelías que recibe el pacífico, el mérito con que se ven agraciados los hombres más indignos, las angustias de un mal pagado amor, las injurias y quebrantos de la edad, la violencia de los tiranos, el desprecio de los soberbios, cuando el que todo esto sufre pudiera evitárselo y procurarse la quietud con un solo puñal? ¿Quién podría tolerar tanta opresión, sudando, gimiendo bajo el peso de una vida molesta, si no fuese porque el temor de que existe alguna cosa más allá de la muerte (país desconocido, de cuyos límites ningún caminante torna) nos embaraza en dudas y nos hace sufrir los males que nos cercan, antes de ir a buscar otros de que no tenemos seguro conocimiento? Esta previsión nos hace a todos cobardes; así la natural tintura del valor se debilita con los barnices pálidos de la prudencia. Las empresas de mayor importancia, por esta sola consideración, mudan camino, no se ejecutan y se reducen a designios vanos.
William Shakespeare.

El fantasma de Manhattan (fragmento)

Escucha, Joseph, si le tocara en la frente y le hiciera perfecto, ¿cómo sería la vida en la Tierra? Desde luego, no habría tristezas ni alegría, lágrimas ni sonrisas, dolor ni alivio, esclavitud ni libertad, fracaso ni triunfo, grosería ni cortesía, intolerancia ni tolerancia, desesperación ni dicha, pecado ni redención. Crearía un paraíso de felicidad tediosa aquí en la Tierra, lo cual convertiría mi paraíso celestial en algo más bien redundante. Y esa no es la cuestión. Así que el hombre ha de poder elegir, hasta que le llame de vuelta a mi lado.

Frederick Forsyth.

Salem's Lot (fragmento)

Y el MAL no tenía solamente un rostro, sino muchos y todos esos rostros eran vanos y casi todos tenían el mentón pegajoso de baba. En realidad estaba llegando a la conclusión de que en el mundo no había nada que fue el MAL, sino apenas el mal... el (mal) tal vez. En momentos así sospechaba que Hitler no había sido más que un burócrata acorralado y que el propio Satán era un retrasado mental con un sentido del humor rudimentario.

Stephen King

lunes, 7 de marzo de 2011

Cementerio de Animales (fragmento)

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Louis Creed llegó a creer que el último día realmente feliz de su vida fue el 24 de marzo de 1984. Las cosas que pasarían después, suspendidas sobre ellos como una guillotina, estaban todavía en el futuro, a siete semanas de distancia. Supuso que, aunque ninguna de esas cosas horribles hubieran sucedido, él habría recordado siempre ese día. Los días que parecen auténticamente buenos, buenos del principio al fin, son bastante raros de todos modos, pensó. Probablemente no había ni un mes entero de días así de buenos en la vida de un hombre, en la mejor de las circunstancias. Louis llegó a pensar que Dios, en su sabiduría infinita, parecía mucho más generoso cuando acudía a calmar el dolor.
... Ese día fue un sábado, y él estaba en casa cuidando a Gage mientras Rachel y Ellie estaban haciendo compras. Habían ido con Jud en la vieja y ruidosa pick-up IH 59 de él, no porque no anduviera el auto de ellos sino porque al viejo lle gustaba de veras la compañía de ellas dos. Rachel le preguntó a Louis si no tendría problemas con Gage y él respondió que por supuesto que no. Se alegraba de verla salir; después de un invierno en Maine, y en Ludlow, pensaba que ella necesitaba todas las salidas que pudiera hacer. Había sido indudablemente valiente, pero Louis ya la veía un poco cansada de tanto aislamiento.
... Gage se despertó de sus siesta a eso de las dos, hirsuto y huraño. Louis probó varios jueguitos ineficaces para entretenerlo, pero Gage no se divirtió con ninguno. Para empeorar las cosas, el maldito chico tuvo un enorme movimiento de vientre, cuyas cualidades artísticas Louis no apreció más por ver, en su preciso centro, una bolita de vidrio azul. Era una de las bolitas de Ellie. El chico podría haberse atragantado. Decidió que las bolitas desaparecerían de la casa (Gage se llevaba directamente a la boca todo lo que encontraba), pero esa decisión, aunque indudablemente elogiable, no sirvió para mantener al niño entretenido hasta la vuelta de su madre.
... Louis podía oír las ráfagas de viento primaverales alrededor de la casa, que movían las nubes y proyectaban sombras sobre el terreno de la vecina, la señora Vinton, y súbitamente recordó el barrilete que había comprado, por capricho, cinco o seis semanas atrás, cuando volvía a casa de la universidad. ¿Había comprado hilo también? ¡Claro que sí!
... -¡Gage! -dijo. Gage había encontrado un lápiz verde bajo el sofá y ahora estaba garabateando en uno de los libros favoritos de Ellie "Algo más para alimentar los fuegos e la rivalidad fraterna", pensó Louis, y sonrió. Si Ellie se enojaba de veras por las rayas que había logrado hacer Gage en Dónde están las Cosas Salvajes antes de que Louis pudiera apartarlo, Louis simplemente mencionaría el tesoro único que había descubierto en los pañales de Gage.
... -¿Qé? -respondió Gage. Ya estaba hablando muy bien. Louis había llegado a la conclusión de que el chico podía ser brillante.
... -¿Quieres salir?
... -¡Salir! -asintió Gage excitado-. ¿Dónde están los palones, papi?
... Gage preguntaba por sus pantalones. A Louis solía dejarlo pensativo el discurso de Gage, no por su gracia, sino porque creía que los niños pequeños sonaban todos como inmigrantes aprendiendo una lengua extranjera de un modo azaroso pero bien dispuesto. Sabía que los bebés hacen todos los sonidos de que es capaz la máquina de la voz humana... Y pierden tal capacidad cuando aprenden el inglés. Louis se preguntaba ahora (no por primera vez) si la infancia no sería más un período de olvido antes que de aprendizaje.
... Al fin encontraron los "palones" de Gage... casualmente también estaban bajo el sofá. Otra de las creencias de Louis era que en familias con niños pequeños, el área bajo los sofás de la sala empieza a desarrollar después de un tiempo una vigorosa y misteriosa fuerza electromagnética que llega a absorber toda clase de basura: desde frascos y broches de pañal hasta lápices verdes y ejemplares de la revista de Plaza Sésamo con comida entre las páginas.
... Pero la chaqueta de Gage no estaba bajo el sofá; estaba en la escalera. La gorra Red Sox, sin la cual Gage se negaba a salir de la casa, fue lo más difícil de encontrar porque estaba donde debía estar: en el armario. Por supuesto, fue el último sitio donde se le ocurrió buscar.
... -¿Afera, papi? -preguntó Gage de buen humor, dándole la mano al padre.
... -Vamos al terreno de la señora Vinton -dijo Louis-. A hacer volar un barrilete, ayudante.
... -¿Leeeete? -preguntó Gage, inseguro.
... -Te gustará -dijo Louis-. Espera un minuto.
... Estaban en el garage. Louis buscó su aro de llaves, abrió el pequeño armario y encendió la luz. El barrilete seguía en su envoltorio original, con el precio todavía prendido al papel. Lo había comprado en pleno febrero, cuando toda su alma pedía una luz de esperanza.
... -¿Eso? -preguntó Gage. Era la expresión que en su idioma significaba: "¿Qué diablos tienes ahí, padre?"
... -Es el barrilete -dijo Louis y lo sacó de la bolsa de papel. Gage miró, interesado, mientras Louis desenvolvía el barrilete buitre, que extendió las alas de más de un metro y medio de envergadura, en plástico tenso. Los ojos saltones e inyectados los miraron desde la pequeña cabeza que giraba sobre el cuello desnudo y rosado.
... -¡Bicho! -chilló Gage-. ¡Un bicho, papi!
... -Es un pájaro -asintió Louis, cerrando las presillas en el revés del barrilete, y buscando los ciento cincuenta metros de cordel que había comprado ese mismo día. Miró por encima del hombro y le dijo a Gage: -Te gustará, muchacho.
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... A Gage le gustó.
... Fueron con el barrilete al terreno de la señora Vinton, y Louis lo hizo remontar en el ventoso cielo de fines de marzo. El aparato remontó de primera intención, aunque Louis no había tocado un barrilete desde que tenía... ¿cuánto? ¿Doce años? ¿Diecinueve años atrás? Dios, era terrible.
... La señora Vinton era una mujer de la edad de Jud, pero incomparablemente más frágil. Vivía en una casa de ladrillos, y rara vez salía a su jardín. Atrás de la casa terminaba el terreno y empezaban los bosques... los bosques que llevaban al Semeterio de Animales y al cementerio micmac, oculto mucho más allá.
... Vola, papi! -gritaba Gage.
... -¡Sí, mira qué alto! -gritó Louis, riéndose con entusiasmo. Subía tan rápido que el hilo se calentó y sintió una línea de fuego en la palma.- ¡Mira el buitre, Gage! ¡Nadie lo puede alcanzar!
... Narie canzar! -gritó Gage y se rió, alto y feliz. El sol salió de atrás de una gorda nube gris, y la temperatura pareció subir cinco grados en un instante. Allí estaban, al calor brillante e inestable de marzo, antes del comienzo franco de la primavera, en la hierba alta del terreno de la señora Vinton; encima de ellos el barrilete remontaba el azul del cielo, cada vez más alto, con sus alas de plástico bien extendidas y, como le había sucedido cuando era niño, Louis se sintió a sí mismo subir con el barrilete, y mirar desde arriba al mundo en su forma real, la que deben de ver los cartógrafos en sus sueños; el terreno de la señora Vinton, tan blanco y silencioso como los caminos de vacas siguiendo el deshielo, un paralelogramo limitado por un muro de piedra en dos de sus lados, y el camino al fondo, una cinta negra recta, y el valle del río: el barrilete lo veía todo con sus ojos saltones. Veía el río como una cinta fría y gris de acero, con trozos de hielo flotando en él todavía; al otro lado veía Hampden, Newburgh, Winterport, con un barco en el muelle. Quizá veía incluso el Molino St. Regis en Bukcsport bajo su nube de vapor, y la costa del mar, donde el Atlántico golpeaba contra las rocas desnudas.
... -¡Mira cómo sube, Gage! -gritó Louis riéndose.
... Gage se inclinaba tanto hacia atrás que faltaba poco para que se cayera. Tenía una gran sonrisa en la cara. Agitaba los brazos hacia el barrilete.
... Louis separó algo del hilo y le dijo a Gage que extendiera una mano. Gage lo hizo, sin mirar: no podía sacar la vista del barrilete, que nadaba y bailaba en el viento y hacía correr su sombra por el césped.
... Louis le dio dos vueltas de hilo a la mano de Gage, que ahora sí miró y pareció cómicamente asombrado por la fuerza del tirón.
... -¡Qué! -dijo.
... -Tú lo haces volar -dijo Louis-. Tú lo manejas, ayudante. Es tuyo.
... -¿Gage lo vola? -dijo Gage, como si estuviera pidiendo confirmación no a su padre sino a sí mismo. Dio un tirón a la cuerda; el barrilete pareció asentir en el vuelo. Gage le dio un tirón más fuerte; el barrilete saltó hacia abajo y volvió a subir. Louis y su hijo rieron juntos. Gage extendió la mano libre, buscando, y Louis la tomó en la suya. Se quedaron así, inmóviles, en medio del terreno de la señora Vinton, mirando el barrilete.
... Fue un momento con su hijo que Louis nunca olvidó. Así como había subido imaginariamente al barrilete, como un niño, ahora se ubicó en el corazón de Gage, su hijo. Se sintió encoger hasta hallarse dentro de la casa diminuta de Gage, mirando por las ventanas que eran sus ojos, mirando un mundo que era inmenso y brillante, un mundo donde el terreno de la señora Vinton era casi tan grande como las mesetas de Boneville, donde el barrilete subía a kilómetros de altura, el cordel se movía en su puño cerrado como un ser vivo mientras el viento le revolvía el cabello.
... Vola! -gritaba Gage. Y Louis se inclinó, abrazó al niño y lo besó en la mejilla, que estaba rosada por el viento.
... -Te adoro, Gage -le dijo.
... Y Gage, a quien le quedaban menos de dos meses de vida, soltó una risa muy aguda y feliz:
... ¡Vola el balete! ¡Vola el balete, papi!



(Stephen King: Pet Sematary, 1982)

domingo, 6 de marzo de 2011

Colores

Estaba encerrada. Gris. Y la oscuridad se cernía sobre ella como una verdad innegable. Cada resquicio de la habitación rezumaba odio, rencor y otras cosas que no se atrevía a definir.
Sin embargo, toda ella era color, porque no hubo nada, nada que le quite su hermosa voz. Cantaba. Un día, melodías de amores lejanos. Otro día, la invadían canciones tristes que reemplazaban las lágrimas de las que ya ni siquiera conocía su significado. A veces, tímidamente, ensayaba unos pequeños pasos de baile. Los días de sol, las canciones tontas retumbaban en su garganta. Los días de lluvia, solo canciones sobre amores demasiado puros...
Él... Lo peor de todo era que él la amaba, realmente la amaba, pero ella estaba encerrada, estaba allí, en ese lugar de donde él no podía sacarla porque no sabía cómo hacerlo.
Había conocido sus colores y la visión de ellos casi lo enloquece. Ella, hace años ya, lo sumergió en el éxtasis más puro y él, cayó definitivamente en su trampa. Pero, ahora, otra vez ella había caído en ese lugar frío, gris... Él estaba desesperado porque allí no podía verla. Y esa oscuridad, esa asquerosa cosa gris lo estaba invadiendo a él también.
Y así pasaban los días para ella. Hace un tiempo, alguien había conocido la magia de sus colores pero ella tuvo miedo: miedo de exponerse a él y hacerle perder la cordura.
Aunque ahora ya era tarde.

Piscis

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El último signo del Zodíaco (no sé por qué el último si en el calendario aparece entre Febrero y Marzo; debería ser el tercero, ¿no?) se caracteriza por la inconstancia innata del carácter, simbolizada en el nado hacia lados opuestos de dos peces unidos por la boca con una cuerda. Esta tensión interna en la personalidad del pisciano lo lleva a constantes cambios de opinión, elección, gustos, contradicciones que pueden ser nimias o poner en juego el respeto recibido de sus pares, acarreando su ruina personal.

... Para evitar este estado dubitativo es que los piscianos desarrollan su capacidad de meditación, logrando un conocimiento del mundo tan profundo que muchas veces estas personas logran ser muy buenos narradores. No es que su novio sea mentiroso o exagerado, señorita, es que es pisciano.
... OCUPACIONES Y NEGOCIOS: Tiene un gran talento al diseñar casas, edificios de departamentos, oficinas, etc. Sus diseños son muy novedosos y extravagantes pero funcionales al cien por ciento. El problema es que cuando despierta no recuerda lo que soñó, y los planos se le escapan de la mente. Dedíquese a otra cosa.
... AMOR: Viajando en el subterráneo, línea "C" entre Independencia y Moreno, queda cegado al topar con la visión de la belleza de la mujer de su vida. Lamentablemente, a causa de eso, no ve el anillo que ella lleva en su anular izquierdo, y es bajado del vagón por la trompada de su marido, cinturón negro de Tae-Kwon-Do.
... SALUD: Deja bastante que desear.
... SORPRESA: Todo el mundo corre a saludarlo a la salida de un teatro. No se vanaglorie, es que acaba de salir Alfredo Alcón.
... METAL: Cromo.
... PIEDRA: Turquesa.
... COLOR: Ídem.